Revista de Obras Públicas

Extracto del artículo:

"Puentes sobre el río Tajo"

El Puente Romano de Alcántara

Por D. V. Martí 1859



       
       
       



En esta obra, eminentemente ingenieril, se proyecta el alma de la Roma imperial. Allí está toda la inteligente civilización del pueblo que utilizó la arquitectura como instrumento de dominación. Así como el arte griego es el culto a la belleza abstracta, el arte romano es esencialmente utilitario, y todavía nos enseña hoy el modo práctico de atraer a los pueblos sometidos a su influjo, poniéndoles sabiamente de relieve las ventajas de la civilización.

       Este puente, de severa belleza, que armoniza a maravilla con el paisaje áspero y adusto que le rodea, fue terminado el 105 de nuestra era, reinando el emperador Trajano. El arquitecto director de las obras fue Cayo Julio Lacer y se costearon por una comunidad de 11 pueblos. Varias inscripciones situadas en los pilares y el ático del arco de triunfo central han transmitido a la posterioridad de modo auténtico, con detalles, los datos generales apuntados.

       Consta el puente de seis arcos de medio punto de diferente luz. Las luces libres entre pilas de los centrales son de 26,25 m y 28 m; las de los contiguos a éstos, de 22 m y 22,6 m, y las de los extremos, de 13,2 m y 12,65 m. Los arcos centrales arrancan al mismo nivel y los otros a mayor cota, por su menor luz.

       La longitud total del puente es de 195 m; el ancho entre paramentos de bóvedas, de 8 m; la calzada tiene 5,8 m: las aceras, 1,1 m cada una, ancho que se reduce por el espesor de los pretiles; la altura del puente en el centro, desde el fondo del río hasta la rasante, es de 51 m; la pila central y su contigua de la margen derecha tienen 16,6 m de longitud; 8,3 m de ancho y 30 m de altura. Aguas arriba los tajamares son angulados, y aguas abajo rectangulares, formas que se mantienen constantes hasta el arranque de las bóvedas. Sólo una sencilla moldura recta interrumpe esta severa monotonía.

       Las bóvedas son de doble rosca, de 1,6 m la inferior y de 0,6m la superior. Las bóvedas del centro arrancan sin molduras y sin resalto sensible de separación, casi tangentes al paramento interior de las pilas.

       La mayor longitud de éstas en los tajamares permite la construcción de unos pilares de forma cuadrada de 4,7 m de lado, que se elevan hasta la parte inferior de los pretiles a modo de contrafuertes de los tímpanos. Las otras tres pilas tienen sus alturas reducidas, conforme lo exige el perfil del terreno.

       Una sencilla imposta general corre a todo lo largo del puente y sobre ella se asientan los pretiles de 1 m de altura, con basa, cuerpo y pasamano de coronación.

       Los muros de acompañamiento de ambas márgenes, alterados en las restauraciones, tienen hoy 50 m de longitud. En el de la orilla izquierda y aguas abajo hay una alcantarilla de construcción romana, para un pequeño desagüe afluente.

       Toda la obra es de sillería granítica almohadillada de labra perfecta, sentada en seco y rellena de fábrica concrecionada romana.

       Dos obras accesorias importantes completan este monumento: un arco de triunfo y un pequeño templo, dedicados ambos al emperador Nerva Trajano.

       El arco se alza triunfal en el centro del puente. Sus machones, de 2,9 m de ancho y 3,2 m de espesor, se internan en las aceras, estrechándolas, cortando los pretiles y cargan en más de dos tercios sobre la coronación de las pilastras, que existen sobre las pilas del puente. A la altura de los arranques del arco de medio punto de 5,9 m de luz hay una sencilla imposta, moldurada de dos listeles en retirada. Dos molduras iguales limitan el ático, que se corona con otro cuerpo almenado, torpe adición del siglo XVI, según atestigua el escudo con las águilas de Carlos V. La altura total del arco de triunfo es de 14 m.

       El templo está a la entrada oriental del puente. Su forma no ha sido alterada en las restauraciones y pertenece al tipo llamano in autis. Su planta, de pequeñas dimensiones, es rectangular, y su alzado ofrece a la entrada un pórtico de dos columnas dóricas con basa ática semiempotradas en los muros, que sostienen un arquitrabe monolítico, y sobre éste el frontón de tímpano liso. Dedicado en el siglo XIII a ermita de San Julián, se arrancó de su sitio la antigua ara, y fue a pasar a la villa y reintegrada al templo en el reinado de Isabel II.

       Después de las referencias inscritas en el puente en la época de su erección, nada se sabe de él, hasta el siglo XIII, cuando ya los árabes habían fundado la pequeña villa del cerro próximo.

       El rey Alfonso XI, queriendo sitiarla en 1218, hizo que los caballeros de Calatrava cortasen el primer arco del puente de la orilla derecha, o quizás fuesen los mismos árabes quienes hiciesen esto para defenderse, quitando sólo sesenta sillares. Esta noticia se tiene por testimonio de D. Pedro Barrantes Maldonado, y por él se sabe que continuó así hasta el siglo XVI.

       Contradicción manifiesta hay entre esto y una versión desconocida de los que hasta ahora se ocuparon del puente y que nos un D. Martín de Gurrea y Aragón, conde de Ribagorza, duque de Villahermosa, personaje del siglo XVI, que dide en sus "Discursos de Medallas y Antigüedades" que su abuelo D. Alonso de Aragón, peleando a favor de su hermano el Rey Católico Don Fernando contra el de Portugal Alfonso X, para cerrar a éste el paso, mandó a sus soldados que cortaran el puente, y apenas supo esto el rey de Portugal, mandó decir al duque "que no lo quebrase, que él rodearía porque edificio tal no se gastase", añadiendo esta braveza: "Qué no quería el reino de Castilla con aquel edificio menos"; y añade D. Martín: "Tengo cierta relación, que sólo quitaron cinco piedras de este gran edificio, y al volver a poner otras costó tres quentos; que a esta proporción se considere cuál sea el edificio".

       Tan exacto testimonio suscita si en 1478 se utilizaba ya el puente por las "vigas luengas por donde pasaban" para remedio del mal del siglo XIII, según Barrantes Maldonado. Pues de ser cierto esto, más fácil fuese quitar maderos que piedras. Que lo estaba deteriorado es indudable, si es verídico Barrantes al decir: "De lo cual (de estar la rotura compuesta de madera) informado el seños emperador Carlos V, porque aquella obra no estuviese imperfecta, la mando aderezar de otras piedras semejantes a las que le faltaban, y comenzase la obra el año 1543. Fue el maestro de ella Martín López, maestro de cantería y carpintería, natural de Alcántara, hombre de gran cuerpo y membrudo, moreno de rostro, y muy ingenioso". Agrega que el coste fue de 600.000 maravedís.

       "Muy ingenioso", pero a él se debe la bastarda adición almenada del arco de Triunfo y la inscripción latina que dice que "Carlos V, emperador César Augusto y rey de las Españas, mandó reparar este puente que deteriorado por las guerras y por su antigüedad amenazaba ruina, el año del Señor 1543, en el 24 de su imperio, 26 de su reinado".

       En el siglo XVIII se compusieron las averías causadas por los portugueses en la guerra de Sucesión, según D. Pablo de Alzota.

       En 1802, durante la guerra de la independencia, las tropas aliadas cortaron este puente, para impedir el paso de los franceses.

       En 1819 se habilitó con maderos, que fueron quemados en 1836, cuando amenazaba la villa el cabecilla carlista Gómez.

       Así llegó, herido y a ponto de arruinarse, tan notable obra de arte, hasta que reinando Isabel II, la Real Academia de la Historia elevó una moción al Gobierno encareciendo su restauración, y la Dirección general de Obras públicas encargó al ingeniero del distrito de Cáceres, D. Alejandro Millán, de estas obras reconstruyendo el arco volado.

       En el nº 2 del año 1856 de la Revista Obras Públicas se da cuenta de que el 24 de diciembre de 1857 se cerró solemnemente la bóveda rota del arco de este puente, y se reproduce a continuación literalmente la interesente comunicación que con este motivo dirigió el Sr. Millán al ingeniero jefe del distrito:

"Tengo la satisfacción de participar a usted que en el día de ayer quedó cerrada con toda felicidad la bóveda del quinto arco de este puente monumental que se halla en curso de restauración.

       Deseando que la última piedra de la hilera de la clave se colocará con la mayor solemnidad posible, cual requería la importancia de las obras que se están llevando a cabo, y celebrar al propio tiempo por parte de la dirección de las mismas el fausto natalicio de S.A.R el Príncipe de Asturias, invité a presenciar el acto a todas las autoridades civiles y militares y a cuantas personas distinguidas residen en esta población.

       Reunidos, con efecto, sobre el puente a las tres de la tarde: el Ayuntamiento de la villa, señor juez de primera instancia del partido, señor prior y Cabildo eclesiástico, señor gobernador militar y oficiales de la plaza, todas las demás personas invitadas y multitud de otros vecinos de Alcántara y de pueblos inmediatos, dióse principio al acto descorriendo la cortina que ocultaba la dovela que iba a colocarse, apareciendo ésta suspendida de uno de los castilletes de madera que han servido para el asiento de las demás.

       La trócola inferior de suspensión estaba adornada con el escudo real, banderas nacionales, ramos de laurel y flores artificiales, y el castillete, vestido y engalanado con follaje, guirnaldas y gallardetes.

       Hecha la señal de amainar el torno, descendió con lentitud la piedra, y llegada al hierro donde debía introducirse, fue cogida por el entendido y hábil auxiliar de esta obra, D. Andrés Ocariz, el cual, ayudado por cuatro canteros, verificó en cortos instantes su asiento fijado. En seguida se colocaron dentro de una pequeña caja de plomo algunas monedas acuñadas en el presente año, y después de sellada a fuego, se introdujo dentro de la que había servido en la dovela para la suspensión, emplomándose luego perfectamente una con otra.

Acto continuo dirigí a los circunstantes las siguientes palabras:

"Señores: Acaba de colocarse la última piedra de la bóveda de este grandioso arco y aproxímase el día en que, terminado del todo, a la par que concluida la restauración de los demás, vuelva a restablecerse cómodo y seguro paso por este puente monumental romano, legado de los siglos después de un largo período de interrupción, durante el cual los vecinos de la histórica y tradicional villa de Alcántara y los de multitud de pueblos comarcanos han arrostrado los mayores peligros y sufrido inmensos perjuicios en sus intereses, teniendo por necesidad que atravesar la rápida corriente del caudaloso Tajo de la manera más difícil y expuesta. Creo excusado manifestar en este momento, por ser bien conocidas de todos cuantos me escuchan, las diferentes vicisitudes que han atravesado esta importante obra, cuya solidez han desafiado las injurias e inclemencias del tiempo y resistido la impetuosidad de las aguas del río por espacio de mil setecientos cincuenta y tres años.

Sólo si recordaré, aunque con sentimiento y dolor, que el estado deplorable y ruinoso que ha poco presentaba y del que aún conserva marcadas señales, era principalmente debido a la destructora mano del hombre, como consecuencia inevitable de las guerras extranjeras y luchas intestinas que desgraciadamente han obligado a nuestro país en diferentes épocas. La restauración que se está ejecutando permitirá prolongar por algunos siglos más la existencia del renombrado puente, siempre que, como es de esperar, no se reproduzcan los poderosos y devastadores motivos que acabo de indicar. De este modo, la generación presente podrá disculpar hasta cierto punto la arrogante inscripción de: Pontem perpetui mansvrunx in secula mundi (Puente que durará mientras dure el mundo) que perceptiblemente aún se lee esculpida en piedra, no lejos de aquí, sobre el frontispicio del templo donde las crónicas nos refieren fueron encerradas las cenizas del célebre Julio Lacer, constructor romano de esta magnífica obra.

S. M. la Reina, comprendiendo en su alta sabiduría y amor al país la importancia del monumento y lo digno que era de conservarse por su utilidad, carácter arquitectónico, interés histórico para las construcciones y demás circunstancias que tanto le recomiendan, no ha querido que desaparezca de nuestro suelo, prestándole, por el contrario, la más decidida protección con recursos aplicados oportunamente para salvarle de la inminente ruina que le amenazaba. Loor eterno a nuestra señora y excelsa Soberana Doña Isabel II, en cuyo próspero reinado se lleva a cabo la restauración del puente y durante el cual tanto fomento y desarrollo han alcanzado otra multitud de obras de utilidad pública y de inmenso porvenir para la nación cuyos destinos tan acertadamente rige. De hoy más, el augusto nombre de Su Majestad sonará gloriosamente en la Historia al hablarse del puente de Alcántara, uniéndose al de los grandes emperadores Trajano y Carlos V. Con el cierre de la bóveda que pisamos, no podía, señores, la dirección de estas obras solemnizar de una manera más digna, a la par que útil para los intereses de Alcántara e infinidad de pueblos de la provincia, el natalicio de S.A.R el Príncipe de Asturias, suceso venturoso que en estos momentos llena de gozo y entusiasmo el corazón de los españoles. Señores: ¡Viva la Reina! ¡Viva el Príncipe de Asturias!".

Vítores que fueron contestados con la mayor energía por cuantas personas se hallaban presentes.

Una salva de cincuenta barrenos, disparados en las márgenes del río, anunció a la concurrencia la terminación del acto.

La tarde de ayer ha sido de verdadera alegría y entusiasmo para los vecinos de Alcántara, que se han entregado a toda clase de demostraciones de júbilo y se preparan además, a celebrar semejante acontecimiento en el día de hoy el siguiente con diversidad de festejos públicos.

       Esta alocución fue seguida de otras de varios de los asistentes al acto, sin que faltara, según costumbre de aquellos tiempos románticos, la lectura de un soneto en honor a D. Alejandro Millán, debido a la inspiración de algún vate local. No resistimos a la tentación de publicarlo, aunque su valor artístico no sea tan indiscutible como el del puente:

Al señor Don Alejandro Millán
Restaurador del Puente de Alcántara
En el Reinado de Doña Isabel II

Comprendiendo de Lacer la osadía
Reedificaste el puente de Trajano
Devolviendo elegancia y gallardía
Al pensamiento que trazó el Romano

El entusiasmo de la fe que ardía
Bajo el pecho leal de aquel pagano
Le vestiste de fresca lozanía
A la sombra del Lábaro cristiano

Fijando tu memoria: el fértil suelo
Que el áureo Tajo riega en su corriente
De hoy más retribuirá tu noble celo

Tu recuerdo legando al Occidente
No hay más allá: cumpliendo tu destino
Del porvenir te abriste el camino.

Torreorgaz.

En el descimbramiento, hecho a los pocos días, sólo se acusó el descenso de pulgada y media, a pesar de la gran luz del arco.

       No fueron, sin embargo, sólo plácemes al autor de la obra los entonces cosechados. El problema de las restauraciones artísticas se presta a controversias apasionadas y siempre ha sido y será objeto de comentarios.

       Así ocurrió en el caso que se examina, y en el nº 12 del año 1858 de la Revista de Obras Públicas aparece un artículo firmado por V. Martí en el que se contesta a varios ataques hechos en diversos periódicos de la Corte (La Iberia, El Diario Español y otros) a la conducta del ingeniero encargado de la restauración del puente de Alcántara.

       "La Iberia" decía que se había destruido el arco de Triunfo sin respeto ni consideración a nuestras glorias artísticas y a la memoria del gran emperador en cuyo honor se había erigido, calificando de bárbara esta mutilación de elemento tan interesante de la obra, y también se dijo que la comisión de Monumentos había hecho dimisión en vista de sus inútiles esfuerzos para evitarla destrucción de un monumento que, hasta ahora, había sido respetado y conservado con el mayor esmero.

       Todo este alboroto de la Prensa diaria de Madrid no debió obedecer a sólidas razones; porque a punto de terminarse la restauración, en junio de 1859, y con motivo de la consulta que hizo el ingeniero autor de las obras a la Real Academia de la Historia acerca de la colocación de unas lápidas, recibió D. Alejandro Millán la contestación siguiente:

"Con suma complacencia ha visto esta Real Academia de la Historia, por la atenta comunicación de V. S. fecha 25 del actual, que de una hora a otra terminará satisfactoriamente la restauración del famoso puente de Alcántara, quedando, merced a todos los recursos del arte moderno, reforzada la fábrica de manera tal que ha recobrado su primitiva solidez sin perder nada de su peculiar fisonomía y carácter,  y apareciendo reconstruido con sus propios sillares y materiales en casi su totalidad el arco romano de triunfo que descolló siempre en el centro de tan grandioso monumento.
La Academia tiene hoy la mayor satisfacción en reconocer el celo, inteligencia y amor a nuestras antiguas glorias de que ha hecho V. S generoso alarde, y el esmero con que ha procurado atender en la restauración a los deseos de este cuerpo literario, manifestados a V.S verbalmente por medio de una Comisión de su seno para ello nombrada, y se promete hallar constantemente en V.S uno de los más discretos y activos conservadores de nuestras hasta ahora mal apreciadas antigüedades.

En vista de los puntos consultados en el oficio referido, la Academia es de parecer que el nuevo escudo que ha de colocarse en la coronación del arco, haciendo juego con el otro del emperador Carlos V, sea de mármol de Carrara, o por lo menos del granadino de Máchale, y muestre todos los cuarteles que en la actualidad resultan en el sello Real de España.

Que del propio mármol de Máchale deben hacerse las dos lápidas, que han de contener: una, la inscripción expresiva de los trabajos hechos de orden de nuestra Soberana, y otra, la memoria de los pueblos de la antigua provincia de Lusitania que costearon la obra en tiempos de Trajano.

Que ambas deben aparecer en el frontis respectivo del arco: la de los pueblos lusitanos en el sitio precisamente en que estuvo la primera, y la de S. M la Reina en el que tuvo hasta ahora la tercera repetida del emperador Carlos V.

Que esta tercera de las repetidas en el siglo XVI y la ya completamente borrada del siglo I, deben colocarse en la parte interior del arco, por debajo de la imposta, como reliquias dignas de conservación y respeto.

Que el carácter de las nuevas inscripciones sea romano y en todo se sujete al estilo, forma y condiciones propias de aquel pueblo.

Por último, que la primera inscripción diga lo siguiente:

Elisabeth Borbonia. Hispaniarum regina.
Norbensem pontem antiguae, prov. Lusitaniae. Opus.
Iterum bello, interruptum temporis.
Vetustote. Pene. Prolapsum restituit.
Aditum. Utrinque. Amplificavit.
Viam. Latam. Ad. Vacceos. Fieri. Jussit.
Anno. Domini M.DCCC.LIX

Y la segunda:
Municipio.
Provinciae.
Lusitaniae. Stipe
Conlata quae opus.
Ponéis perfecerunt
Igaeditani.
Lancienses oppidani.
Talores.
Interamnienses.
Colarni.
Lancienses transcudani.
Arani.
Meidutrigenses.
Arabrigenses.
Banienses.
Paesures.
Elisabeth regina. Titulum et memoriam. Restituit

Lo que de acuerdo de la Academia y a los efectos correspondientes tengo el honor de participar a V. S. para su conocimiento y en contestación a su citado oficio. Madrid, 27 de junio de 1859.