Extracto de: "Puentes sobre el río Tajo - El Puente Romano de Alcántara". D. V. Martí. 1859
En el nº 2 del año 1858 de la Revista Obras Públicas se da cuenta de que el 24 de diciembre de 1857 se cerró solemnemente la bóveda rota del arco de este puente.
A continuación se reproduce literalmente la interesente comunicación que con este motivo dirigió el Sr. Millán:
"Tengo la satisfacción de participar a usted que en el día de ayer quedó cerrada con toda felicidad la bóveda del quinto arco de este puente monumental que se halla en curso de restauración.
Deseando que la última piedra de la hilera de la clave se colocará con la mayor solemnidad posible, cual requería la importancia de las obras que se están llevando a cabo, y celebrar al propio tiempo por parte de la dirección de las mismas el fausto natalicio de S.A.R el Príncipe de Asturias, invité a presenciar el acto a todas las autoridades civiles y militares y a cuantas personas distinguidas residen en esta población.
Reunidos, con efecto, sobre el puente a las tres de la tarde: el Ayuntamiento de la villa, señor juez de primera instancia del partido, señor prior y Cabildo eclesiástico, señor gobernador militar y oficiales de la plaza, todas las demás personas invitadas y multitud de otros vecinos de Alcántara y de pueblos inmediatos, dióse principio al acto descorriendo la cortina que ocultaba la dovela que iba a colocarse, apareciendo ésta suspendida de uno de los castilletes de madera que han servido para el asiento de las demás.
La trócola inferior de suspensión estaba adornada con el escudo real, banderas nacionales, ramos de laurel y flores artificiales, y el castillete, vestido y engalanado con follaje, guirnaldas y gallardetes.
Hecha la señal de amainar el torno, descendió con lentitud la piedra, y llegada al hierro donde debía introducirse, fue cogida por el entendido y hábil auxiliar de esta obra, D. Andrés Ocariz, el cual, ayudado por cuatro canteros, verificó en cortos instantes su asiento fijado. En seguida se colocaron dentro de una pequeña caja de plomo algunas monedas acuñadas en el presente año, y después de sellada a fuego, se introdujo dentro de la que había servido en la dovela para la suspensión, emplomándose luego perfectamente una con otra.
Acto continuo dirigí a los circunstantes las siguientes palabras:
"Señores: Acaba de colocarse la última piedra de la bóveda de este grandioso arco y aproxímase el día en que, terminado del todo, a la par que concluida la restauración de los demás, vuelva a restablecerse cómodo y seguro paso por este puente monumental romano, legado de los siglos después de un largo período de interrupción, durante el cual los vecinos de la histórica y tradicional villa de Alcántara y los de multitud de pueblos comarcanos han arrostrado los mayores peligros y sufrido inmensos perjuicios en sus intereses, teniendo por necesidad que atravesar la rápida corriente del caudaloso Tajo de la manera más difícil y expuesta. Creo excusado manifestar en este momento, por ser bien conocidas de todos cuantos me escuchan, las diferentes vicisitudes que han atravesado esta importante obra, cuya solidez han desafiado las injurias e inclemencias del tiempo y resistido la impetuosidad de las aguas del río por espacio de mil setecientos cincuenta y tres años.
Sólo si recordaré, aunque con sentimiento y dolor, que el estado deplorable y ruinoso que ha poco presentaba y del que aún conserva marcadas señales, era principalmente debido a la destructora mano del hombre, como consecuencia inevitable de las guerras extranjeras y luchas intestinas que desgraciadamente han obligado a nuestro país en diferentes épocas. La restauración que se está ejecutando permitirá prolongar por algunos siglos más la existencia del renombrado puente, siempre que, como es de esperar, no se reproduzcan los poderosos y devastadores motivos que acabo de indicar. De este modo, la generación presente podrá disculpar hasta cierto punto la arrogante inscripción de: Pontem perpetui mansvrunx in secula mundi que perceptiblemente aún se lee esculpida en piedra, no lejos de aquí, sobre el frontispicio del templo donde las crónicas nos refieren fueron encerradas las cenizas del célebre Julio Lacer, constructor romano de esta magnífica obra.
S. M. la Reina, comprendiendo en su alta sabiduría y amor al país la importancia del monumento y lo digno que era de conservarse por su utilidad, carácter arquitectónico, interés histórico para las construcciones y demás circunstancias que tanto le recomiendan, no ha querido que desaparezca de nuestro suelo, prestándole, por el contrario, la más decidida protección con recursos aplicados oportunamente para salvarle de la inminente ruina que le amenazaba. Loor eterno a nuestra señora y excelsa Soberana Doña Isabel II, en cuyo próspero reinado se lleva a cabo la restauración del puente y durante el cual tanto fomento y desarrollo han alcanzado otra multitud de obras de utilidad pública y de inmenso porvenir para la nación cuyos destinos tan acertadamente rige. De hoy más, el augusto nombre de Su Majestad sonará gloriosamente en la Historia al hablarse del puente de Alcántara, uniéndose al de los grandes emperadores Trajano y Carlos V. Con el cierre de la bóveda que pisamos, no podía, señores, la dirección de estas obras solemnizar de una manera más digna, a la par que útil para los intereses de Alcántara e infinidad de pueblos de la provincia, el natalicio de S.A.R el Príncipe de Asturias, suceso venturoso que en estos momentos llena de gozo y entusiasmo el corazón de los españoles. Señores: ¡Viva la Reina! ¡Viva el Príncipe de Asturias!".
Vítores que fueron contestados con la mayor energía por cuantas personas se hallaban presentes y una salva de cincuenta barrenos, disparados en las márgenes del río, anunció a la concurrencia la terminación del acto.
No fueron, sin embargo, sólo plácemes al autor de la obra los entonces cosechados. El problema de las restauraciones artísticas se presta a controversias apasionadas y siempre ha sido y será objeto de comentarios.
Así ocurrió en el caso que se examina, y en el nº 12 del año 1858 de la Revista de Obras Públicas aparece un artículo firmado por V. Martí en el que se contesta a varios ataques hechos en diversos periódicos de la Corte (La Iberia, El Diario Español y otros) a la conducta del ingeniero encargado de la restauración del puente de Alcántara.
"La Iberia" decía que se había destruido el arco de Triunfo sin respeto ni consideración a nuestras glorias artísticas y a la memoria del gran emperador en cuyo honor se había erigido, calificando de bárbara esta mutilación de elemento tan interesante de la obra, y también se dijo que la comisión de Monumentos había hecho dimisión en vista de sus inútiles esfuerzos para evitarla destrucción de un monumento que, hasta ahora, había sido respetado y conservado con el mayor esmero.
Todo este alboroto de la Prensa diaria de Madrid no debió obedecer a sólidas razones; porque a punto de terminarse la restauración, en junio de 1859, y con motivo de la consulta que hizo el ingeniero autor de las obras a la Real Academia de la Historia acerca de la colocación de unas lápidas, recibió D. Alejandro Millán la contestación siguiente:
"Con suma complacencia ha visto esta Real Academia de la Historia, por la atenta comunicación de V. S. fecha 25 del actual, que de una hora a otra terminará satisfactoriamente la restauración del famoso puente de Alcántara, quedando, merced a todos los recursos del arte moderno, reforzada la fábrica de manera tal que ha recobrado su primitiva solidez sin perder nada de su peculiar fisonomía y carácter, y apareciendo reconstruido con sus propios sillares y materiales en casi su totalidad el arco romano de triunfo que descolló siempre en el centro de tan grandioso monumento.
La Academia tiene hoy la mayor satisfacción en reconocer el celo, inteligencia y amor a nuestras antiguas glorias de que ha hecho V. S generoso alarde, y el esmero con que ha procurado atender en la restauración a los deseos de este cuerpo literario, manifestados a V.S verbalmente por medio de una Comisión de su seno para ello nombrada, y se promete hallar constantemente en V.S uno de los más discretos y activos conservadores de nuestras hasta ahora mal apreciadas antigüedades.
En vista de los puntos consultados en el oficio referido, la Academia es de parecer que el nuevo escudo que ha de colocarse en la coronación del arco, haciendo juego con el otro del emperador Carlos V, sea de mármol de Carrara, o por lo menos del granadino de Máchale, y muestre todos los cuarteles que en la actualidad resultan en el sello Real de España.
Que del propio mármol de Máchale deben hacerse las dos lápidas, que han de contener: una, la inscripción expresiva de los trabajos hechos de orden de nuestra Soberana, y otra, la memoria de los pueblos de la antigua provincia de Lusitania que costearon la obra en tiempos de Trajano.
Que ambas deben aparecer en el frontis respectivo del arco: la de los pueblos lusitanos en el sitio precisamente en que estuvo la primera, y la de S. M la Reina en el que tuvo hasta ahora la tercera repetida del emperador Carlos V.
Que esta tercera de las repetidas en el siglo XVI y la ya completamente borrada del siglo I, deben colocarse en la parte interior del arco, por debajo de la imposta, como reliquias dignas de conservación y respeto.
Que el carácter de las nuevas inscripciones sea romano y en todo se sujete al estilo, forma y condiciones propias de aquel pueblo".