LA RESTAURACION DEL PUENTE EN EL S. XIX


Antes de la restauración del Puente de Alcántara en 1860, ejecutada por el Ingeniero D. Alejandro Millán, hubieron unos precedentes "administrativos" en los que las autoridades de Alcántara solicitaban la reparación del arco dañado ya que desde que las tropas Carlistas quemaron, en 1836 el paso de madera, cruzar el río Tajo debía realizarse a través de barcas (con el consiguiente peligro debido a las crecidas del río), ya que por el puente era imposible.

El 20 de septiembre de 1845 el Ayuntamiento de Alcántara envía una carta a S. M Isabel II elogiando la construcción del puente como edificio imprescindible para Europa así como para el gobierno de Su Majestad.

El 19 de mayo de 1850, el pleno del Ayuntamiento hizo una propuesta de restauración del  puente: "que el paso del puente se haga a través de colgantes, al menos para ganados y acémilas, como medida provisional del ojo cortado".

Se decide que dicha rehabilitación provisional sea costeada por los vecinos de la villa. El permiso es dado por el Sr. Gobernador y dirigido por D. Antonio Goicoechea. Este, el 25 de junio de 1850, comenta: "He calculado el presupuesto de costo que podrá tener un puente de alambre de 32 varas para el paso de acémilas y ganados, y aunque ignoro las obras que habrán de efectuarse en las amarras de los cables, como también los precios de los materiales, se regula en un aproximado de 35.000 reales".

La destrucción del segundo arco de la margen derecha, por la voladura del mismo en la Guerra de la Independencia, también provocó un agrietamiento en el tercero de los pilares que partía desde la línea de imposta llegando casto hasta los sillares colocados sobre el lecho del río.

La reconstrucción del arco se basó en el restablecimiento del faldón, para lo que se construyó en un primer momento una estructura provisional de madera con un puente colgante sujeto en dos castilletes, desde donde se aprovisionaba la obra de materiales por su parte superior.

Antes del "desmontaje" del Arco de Triunfo, este tuvo que ser apuntalado para resistir el peso del mismo ya que la grieta producida por las voladuras del arco amenazaba ambos frentes y la parte superior almenada no estaba completa.

Respecto al sistema de cimbrados a construir, estos se trataban de una edificación provisional de madera y cueras en forma de dos pequeños castilletes que se apoyaban un puente colgante con carriles para las vagonetas. Desde esta trama horizontal partían sencillos filones que acababan configurando el arco en madera, estructura fundamental del cimbrado.

Una vez finalizada la reparación del puente y del arco de triunfo se decidió construir a ambas márgenes del puente unas explanadas o paseos para apreciar la obra de C. J. Lacer desde una perspectiva más amplia y adecuada. Estos miradores tendrían unos bancos y una especie de balaustrada compuesta por postes estructurados en tres pisos y rematados con una corona piramidal; unidos entre si con fuertes cadenas de hierro.


Extracto de "Reconstrucción del  Puente de Alcántarara  en el s. XIX" . Dñª. Mª del Carmen Rodríguez.

       Esta restauración es iniciativa de la Real Academia de la Historia que hizo una moción al gobierno de 1858 encomendando la obra al Ingeniero D. Alejandro Millán y Sociats. Se da por terminada en enero de 1860, festejándose el acontecimiento en Alcántara con gran solemnidad.

En octubre de 1856 comienzan los trabajos, habiéndose necesitado de un año para disponer de los materiales, los útiles y los permisos necesarios.

La obra de Restauración del siglo XIX se centra en los siguientes detalles:


De nueva ejecución son:


El primer paso fue el establecimiento sobre el arco roto de un puente colgante que permitiera el tránsito a obreros, materiales y útiles, además de facilitar un punto superior de referencia para el apoyo de las cimbras. El puente era una galería de madera sujeta por fuertes cuerdas de cáñamo en los extremos. Dispuso finalmente de raíles para el abastecimiento de sillares a la obra a través de pequeños carros.

El siguiente paso viene determinado por la construcción de las cimbras, armaduras provisionales colocadas hasta que se revisten definitivamente de piedra. Primeramente se apuntala el lecho del río para repartir la presión en el terreno. Después se coloca el bastión central que soportará la mayor parte de la carga, repartiéndose la restante a otros puntos distribuidos por el arco.

Una vez finalizado todo este entramado se procede al revestido del arco en su intradós a través de un andamio colgante y a la colocación de las dovelas en cada uno de los frentes.

A los dos lados del puente se levantaban los castilletes también de madera, donde irían colocados los tornos, dos de ellos de madera y los otros dos de hierro fundido.

El arco de madera está perfectamente revestido de piedras, el 24 de diciembre de 1857, día en que se cerró la bóveda con grandes festejos. A partir de 1858 se procedió al descimbrado y relleno de la bóveda.

Desde este momento la obra adquiere otra dirección, la del arco de triunfo y las cinco bóvedas, alguna de las cuales se encontraban en un estado ruinoso, así como las pilas, los estribos y el piso que fue levantado completamente. El lecho de las dos pilas centrales merecieron una atención especial. Es en estos momentos cuando se requiere el trabajo de un equipo de buzos y marineros.

A mediados de 1858 es cuando se derriba y se vuelve a levantar el arco de triunfo. Hasta entonces habían continuado los trabajos de relleno, habiéndose colocado los tornos, la cubeta para la mezcla, etc. Junto con el sistema de poleas se utiliza también el sistema de palancas a través de grúas giratorias y estables.

Una vez que tenemos concluido el arco nos queda por resonar todo el firme de la vía, que se hará con losas de piedra. En siglos anteriores la rasante no era completamente plana como lo será a partir de este momento.

El 25 de junio de 1859 Millán había terminado los trabajos en el arco de triunfo, exceptuando la colocación de las nuevas lápidas, operación que habría de hacerse siguiendo directrices de la Real Academia de la Historia. Se colocan estas placas a finales de 1859 y se cierra el arco con una cancela de hierro por cada lado, rematada en puntas de flecha. A mediados del 59 lo único que restaba para concluir definitivamente la obra eran los malecones de las plazuelas y el arco de desagüe de la margen izquierda del río.

En lo que se refiere a las explanadas se le atribuyen desde el principio un sentido estético, consiguiéndose con ellas una mejor perspectiva del Puente. Hasta este momento este espacio estaría ocupado con construcciones militares.

Tienen forma de martillo y sus márgenes están configuradas por grandes losas de sillería granítica. Sobre ellas, tres postes cónicos intercalados entre otros más altos de forma cúbica, simulan una especie de balaustrada. La explanada de la izquierda todavía exhibe uno de los rodillos de piedra empleados en la obra para allanar el firme. Este rodillo era tirado por una cobra de acémilas a través de una barra de hierro que partiendo de su centro se une a una especie de tiradores.

El equipo humano necesario para la reconstrucción estaría formado por capataces cuyas cuadrillas de trabajadores se clasificarían como:


Los gastos de la reparación se desglosaron en las siguientes partidas:


El total invertido ascendió a 2.096.311, capital aportado por los Fondos Generales del Estado.

Tras finalizar la reconstrucción del conjunto arquitectónico del Puente de Alcántara, D. Alejandro Millán supo devolver al Puente de Alcántara el aspecto clásico que las contiendas bélicas le habían sustraído.

Los actos festivos comenzarían el día 3 de febrero de 1860, a las 11 de la noche, brindando la orquesta una serenata al Gobernador de la Provincia en la Plaza de la Corredera para felicitar luego a D. Alejandro Millán.

El día cumbre será el 4 de febrero, a las 9.30 de la mañana, hora en la que una comitiva formada por más de 200 personas "de los más selecto", asisten a actos religiosos celebrados en el Conventual de S. Benito. Después se bendice la obra y comienzan a pronunciar sus discursos el Sr. Gobernador Civil y el cura de Cedillo. De esta forma se declara abierto al público el Puente y se descubre el escudo de armas de Carlos V que corona el arco de triunfo.

Para el día siguiente el Ayuntamiento de Alcántara dispuso para el pueblo llano corridas de novillos al estilo del país.




       Extracto de: "Puentes sobre el río Tajo - El Puente Romano de Alcántara". D. V. Martí. 1859

En el nº 2 del año 1858 de la Revista Obras Públicas se da cuenta de que el 24 de diciembre de 1857 se cerró solemnemente la bóveda rota del arco de este puente.

A continuación se reproduce literalmente la interesente comunicación que con este motivo dirigió el Sr. Millán:

"Tengo la satisfacción de participar a usted que en el día de ayer quedó cerrada con toda felicidad la bóveda del quinto arco de este puente monumental que se halla en curso de restauración.

Deseando que la última piedra de la hilera de la clave se colocará con la mayor solemnidad posible, cual requería la importancia de las obras que se están llevando a cabo, y celebrar al propio tiempo por parte de la dirección de las mismas el fausto natalicio de S.A.R el Príncipe de Asturias, invité a presenciar el acto a todas las autoridades civiles y militares y a cuantas personas distinguidas residen en esta población.

Reunidos, con efecto, sobre el puente a las tres de la tarde: el Ayuntamiento de la villa, señor juez de primera instancia del partido, señor prior y Cabildo eclesiástico, señor gobernador militar y oficiales de la plaza, todas las demás personas invitadas y multitud de otros vecinos de Alcántara y de pueblos inmediatos, dióse principio al acto descorriendo la cortina que ocultaba la dovela que iba a colocarse, apareciendo ésta suspendida de uno de los castilletes de madera que han servido para el asiento de las demás.

La trócola inferior de suspensión estaba adornada con el escudo real, banderas nacionales, ramos de laurel y flores artificiales, y el castillete, vestido y engalanado con follaje, guirnaldas y gallardetes.

Hecha la señal de amainar el torno, descendió con lentitud la piedra, y llegada al hierro donde debía introducirse, fue cogida por el entendido y hábil auxiliar de esta obra, D. Andrés Ocariz, el cual, ayudado por cuatro canteros, verificó en cortos instantes su asiento fijado. En seguida se colocaron dentro de una pequeña caja de plomo algunas monedas acuñadas en el presente año, y después de sellada a fuego, se introdujo dentro de la que había servido en la dovela para la suspensión, emplomándose luego perfectamente una con otra.

Acto continuo dirigí a los circunstantes las siguientes palabras:

"Señores: Acaba de colocarse la última piedra de la bóveda de este grandioso arco y aproxímase el día en que, terminado del todo, a la par que concluida la restauración de los demás, vuelva a restablecerse cómodo y seguro paso por este puente monumental romano, legado de los siglos después de un largo período de interrupción, durante el cual los vecinos de la histórica y tradicional villa de Alcántara y los de multitud de pueblos comarcanos han arrostrado los mayores peligros y sufrido inmensos perjuicios en sus intereses, teniendo por necesidad que atravesar la rápida corriente del caudaloso Tajo de la manera más difícil y expuesta. Creo excusado manifestar en este momento, por ser bien conocidas de todos cuantos me escuchan, las diferentes vicisitudes que han atravesado esta importante obra, cuya solidez han desafiado las injurias e inclemencias del tiempo y resistido la impetuosidad de las aguas del río por espacio de mil setecientos cincuenta y tres años.

Sólo si recordaré, aunque con sentimiento y dolor, que el estado deplorable y ruinoso que ha poco presentaba y del que aún conserva marcadas señales, era principalmente debido a la destructora mano del hombre, como consecuencia inevitable de las guerras extranjeras y luchas intestinas que desgraciadamente han obligado a nuestro país en diferentes épocas. La restauración que se está ejecutando permitirá prolongar por algunos siglos más la existencia del renombrado puente, siempre que, como es de esperar, no se reproduzcan los poderosos y devastadores motivos que acabo de indicar. De este modo, la generación presente podrá disculpar hasta cierto punto la arrogante inscripción de: Pontem perpetui mansvrunx in secula mundi que perceptiblemente aún se lee esculpida en piedra, no lejos de aquí, sobre el frontispicio del templo donde las crónicas nos refieren fueron encerradas las cenizas del célebre Julio Lacer, constructor romano de esta magnífica obra.

S. M. la Reina, comprendiendo en su alta sabiduría y amor al país la importancia del monumento y lo digno que era de conservarse por su utilidad, carácter arquitectónico, interés histórico para las construcciones y demás circunstancias que tanto le recomiendan, no ha querido que desaparezca de nuestro suelo, prestándole, por el contrario, la más decidida protección con recursos aplicados oportunamente para salvarle de la inminente ruina que le amenazaba. Loor eterno a nuestra señora y excelsa Soberana Doña Isabel II, en cuyo próspero reinado se lleva a cabo la restauración del puente y durante el cual tanto fomento y desarrollo han alcanzado otra multitud de obras de utilidad pública y de inmenso porvenir para la nación cuyos destinos tan acertadamente rige. De hoy más, el augusto nombre de Su Majestad sonará gloriosamente en la Historia al hablarse del puente de Alcántara, uniéndose al de los grandes emperadores Trajano y Carlos V. Con el cierre de la bóveda que pisamos, no podía, señores, la dirección de estas obras solemnizar de una manera más digna, a la par que útil para los intereses de Alcántara e infinidad de pueblos de la provincia, el natalicio de S.A.R el Príncipe de Asturias, suceso venturoso que en estos momentos llena de gozo y entusiasmo el corazón de los españoles. Señores: ¡Viva la Reina! ¡Viva el Príncipe de Asturias!".

Vítores que fueron contestados con la mayor energía por cuantas personas se hallaban presentes y una salva de cincuenta barrenos, disparados en las márgenes del río, anunció a la concurrencia la terminación del acto.


No fueron, sin embargo, sólo plácemes al autor de la obra los entonces cosechados. El problema de las restauraciones artísticas se presta a controversias apasionadas y siempre ha sido y será objeto de comentarios.

Así ocurrió en el caso que se examina, y en el nº 12 del año 1858 de la Revista de Obras Públicas aparece un artículo firmado por V. Martí en el que se contesta a varios ataques hechos en diversos periódicos de la Corte (La Iberia, El Diario Español y otros) a la conducta del ingeniero encargado de la restauración del puente de Alcántara.

"La Iberia" decía que se había destruido el arco de Triunfo sin respeto ni consideración a nuestras glorias artísticas y a la memoria del gran emperador en cuyo honor se había erigido, calificando de bárbara esta mutilación de elemento tan interesante de la obra, y también se dijo que la comisión de Monumentos había hecho dimisión en vista de sus inútiles esfuerzos para evitarla destrucción de un monumento que, hasta ahora, había sido respetado y conservado con el mayor esmero.

Todo este alboroto de la Prensa diaria de Madrid no debió obedecer a sólidas razones; porque a punto de terminarse la restauración, en junio de 1859, y con motivo de la consulta que hizo el ingeniero autor de las obras a la Real Academia de la Historia acerca de la colocación de unas lápidas, recibió D. Alejandro Millán la contestación siguiente:

"Con suma complacencia ha visto esta Real Academia de la Historia, por la atenta comunicación de V. S. fecha 25 del actual, que de una hora a otra terminará satisfactoriamente la restauración del famoso puente de Alcántara, quedando, merced a todos los recursos del arte moderno, reforzada la fábrica de manera tal que ha recobrado su primitiva solidez sin perder nada de su peculiar fisonomía y carácter,  y apareciendo reconstruido con sus propios sillares y materiales en casi su totalidad el arco romano de triunfo que descolló siempre en el centro de tan grandioso monumento.

La Academia tiene hoy la mayor satisfacción en reconocer el celo, inteligencia y amor a nuestras antiguas glorias de que ha hecho V. S generoso alarde, y el esmero con que ha procurado atender en la restauración a los deseos de este cuerpo literario, manifestados a V.S verbalmente por medio de una Comisión de su seno para ello nombrada, y se promete hallar constantemente en V.S uno de los más discretos y activos conservadores de nuestras hasta ahora mal apreciadas antigüedades.

En vista de los puntos consultados en el oficio referido, la Academia es de parecer que el nuevo escudo que ha de colocarse en la coronación del arco, haciendo juego con el otro del emperador Carlos V, sea de mármol de Carrara, o por lo menos del granadino de Máchale, y muestre todos los cuarteles que en la actualidad resultan en el sello Real de España.

Que del propio mármol de Máchale deben hacerse las dos lápidas, que han de contener: una, la inscripción expresiva de los trabajos hechos de orden de nuestra Soberana, y otra, la memoria de los pueblos de la antigua provincia de Lusitania que costearon la obra en tiempos de Trajano.

Que ambas deben aparecer en el frontis respectivo del arco: la de los pueblos lusitanos en el sitio precisamente en que estuvo la primera, y la de S. M la Reina en el que tuvo hasta ahora la tercera repetida del emperador Carlos V.

Que esta tercera de las repetidas en el siglo XVI y la ya completamente borrada del siglo I, deben colocarse en la parte interior del arco, por debajo de la imposta, como reliquias dignas de conservación y respeto.

Que el carácter de las nuevas inscripciones sea romano y en todo se sujete al estilo, forma y condiciones propias de aquel pueblo".


Extracto de "La Reinauguración del Puente de Alcántara en 1.860 y la participación de la Real Academia de la Historia".
  D. F Díaz Esteban

Cronología de las comunicaciones sobre la restauración del Puente:

22 de Mayo de 1858 el Director de la Real Academia de la Historia recibe un escrito de D. José de Madrazo y de D. Eduardo de Mier, Vicepresidente interino y secretario de la Comisión de Monumentos respectivamente, donde se dice: "La Comisión Central de Monumentos históricos y artísticos ha sabido extra oficialmente que se ha derribado el arco de triunfo del puente de Alcántara, del tiempo de Trajano, y como en él se encuentran algunas inscripciones que indican la época de su fundación y otras circunstancias históricas, se ha creído obligado a ponerlo en conocimiento de V.E. segura de que empleará todos los esfuerzos para salvar de esta ruina los restos de dicho monumento, ya que no sea posible su reconstrucción tal como antes de encontraba".

2 de Junio de 1858 la Academia escribe al Ministro de Fomento: "Ha llegado a noticia de la Academia que se ha derribado el arco de triunfo levantado en el centro del grandioso puente de Alcántara, y en el cual había dos elegantes inscripciones latinas, una dedicando el puente al Emperador Trajano, y la otra, única que ya quedaba de cuatro que anteriormente habían habido, expresando los nombres de los pueblos del municipio lusitanos que habían contribuido con su dinero a la construcción de tan suntuoso monumento ..... A V.E. Suplica se digne comunicar las órdenes convenientes par que no se quiten del puente de Alcántara las inscripciones que en él había, y si ya se hubiesen arrancado se conserven con esmero en el punto que V.E. señale, tributando así este nuevo respeto a nuestros antiguos monumentos, y salvándolos".

7 de Junio de 1858, se envía notificación al académico D. Luis Villanueva para que: "procure averiguar por todos los medios que su celo le dicte lo que haya de cierto en el particular, remitiendo al Cuerpo [a la Academia] las noticias que adquiera, a fin de reclamar lo que sea más conveniente para la conservación de tan precioso monumento o de las lápidas con inscripciones que se hayan salvado o que puedan recogerse" .

25 de Junio de 1858, existe este comunicado al Vicepresidente de la Comisión de Monumentos diciéndole: "considerando lo doloroso que sería no solamente la desaparición de un monumento honra del suelo Español, sino de las inscripciones latinas sobre él esculpidas, las cuales, según los partes del Ingeniero del Distrito se han desmontado cuidadosamente y guardado intactas con esmero, he dispuesto comisionar al arquitecto Don Agustín Felipe Peró para que constituyéndose sin demora en el lugar del mencionado derribo, manifieste terminantemente si el arco desmontado puede ser reconstruido sobre el mismo puente sin peligro para éste, o si convendría más trasladar las lápidas de las inscripciones para su perpetua conservación, al Museo Nacional o a la Academia de la Historia".

30 de Junio de 1858, se recibe el informe del Sr. Villanueva, detallando la situación actual del conjunto arquitectónico de Alcántara (Puente, Arco y Templo) y las obras efectuadas hasta ese momento por el Ingeniero D. Alejandro Millán, entre ellas, el desmontaje del Arco de Triunfo: "nada se conseguía con la recomposición del arco destruido si no daba a la obra la suficiente solidez y considerando que el arco de triunfo pesaba demasiado sobre los estribos principales del puente, acordó y llevó a cabo su destrucción".

28 de Enero de 1859, el ingeniero Millán envía a la Academia dos dibujos: en el primero reproduce el estado exacto de las lápidas del Arco de Triunfo; en el segundo, el de las lápidas del Templo, el ara de los sacrificios y la lápida sepulcral de Cayo Julio Lacer que había en el Templo. En un cuadernillo de ocho hojas explica que ambas "se encontraban poco a empotradas en los muros de una casa particular de la villa de Alcántara perteneciente a los Sres. Barrantes" con cuyo consentimiento se extrajeron, limpiaron y quedaron depositadas en su casa, hasta que se resuelva su ulterior destino. Sigue informando que el ara se encuentra bastante mutilada, borrada la inscripción original, "y la inscripción latina que aparece bien marcada y legible no es la primitiva romana, sino la que restauró D. Pedro Barrantes Maldonado, según expresan los renglones de las molduras superiores. De las noticias que, particularmente, me han sido comunicadas por los actuales descendientes de dicho Sr. resulta, haberse llevado a cabo semejante restauración de letras en el año 1570, esculpiéndolas en la cara opuesta donde estaban las primitivas". También se restauraron las inscripciones sobre el Templo "pues según consta en sus dos últimos renglones fue restaurada por el Gobernador D. Pedro Carvajal y Ulloa, caballero de la Orden militar de Alcántara".  Pasa luego Millán a describir la situación del Templo, cerrado por un tosco muro de mampostería y arriba a la izquierda se eleva otro muro que sirvió para colgar una pequeña campana; la parte posterior y la cubierta están ocultas por un ruinoso parapeto. Se explican estas transformaciones porque después de la Reconquista el templo pagano pasó a ser ermita de San Julián; posteriormente se convirtió en fragua y ahora sirve de depósito de herramientas de las obras del puente, "conservándose así algo mejor que si estuviese abierto y completamente abandonado". En su opinión debiera ser restaurado "de modo que deje despejadas sus cuatro fachadas, según ya está proyectado y aprobado por la Superioridad. Y colocando a la entrada del atrio una verja de hierro para impedir el paso del público y conservar limpio el interior".

28 de Marzo de 1859, la Academia de la Historia da las gracias al arquitecto Agustín Felipe Peró por la copia del informe que había enviado al Director General de Instrucción Pública sobre la reconstrucción del Arco de Triunfo, en cuyo informe dice que "sin peligro alguno, puede ser reconstruido sobre el mismo puente", y que es factible hacerlo con "el mismo carácter de antigüedad que tenía al desmontarlo".

24 de Mayo de 1859,  la Academia de la Historia remite a los académicos los textos propuestos por la Comisión para la lápida conmemorativa de la reconstrucción del puente.

25 de Junio de 1859, el ingeniero Millán escribe al Director de la Academia comunicándole que ya está levantado de nuevo el Arco de Triunfo, y que "al ejecutar la reedificación de la obra, se ha tenido el mayor cuidado de conservar sus primitivas formas y dimensiones así como la disposición y labra de los sillares con que estaba construida consiguiéndose de este modo no alterar el carácter arquitectónico que la imprimieron los romanos". Solo falta colocar "las nuevas lápidas con las inscripciones que haya propuesto la Academia, esperando se sirva comunicármelas, para disponer enseguida su ejecución.". Y solicita que para que le indiquen los errores que involuntariamente haya podido cometer en la parte monumental, "se sirva nombrar una comisión terminados los trabajos a fines del mes de Julio vea si se han llenado o no los deseos".

27 de Junio de 1859, se envía un oficio al Sr. Ministro de Fomento: "estando ya próxima a concluirse la indicada restauración, se propone que se autorice al Sr. Millán a 1º: colocar en la coronación del Arco de Triunfo un escudo de España a juego con el de Carlos V; 2º: una lápida manifestando los trabajos realizados por orden de S.M. la Reina Isabel II y otra con la relación de los pueblos lusitanos que costearon el puente en tiempos de Trajano; 3º: poner ambas inscripciones en los frontis del arco, la de los pueblos donde estaba, la de la Reina en lugar de la tercera, repetida, de Carlos V; y 4º, se sugiere que todo se sujete al estilo de la epigrafía romana".

12 de Agosto de 1859, el Ministro de Fomento da cuenta de la Real Orden del 20 de Julio conseguida tras su visita a la Reina: "He dado cuenta a la Reina q. D. g. del expediente instruido con motivo de la demolición y reconstrucción del arco de triunfo sobre el puente monumental romano de Alcántara, así como de las comunicaciones del Ingeniero Jefe de la provincia de Cáceres D. Alejandro Millán participando haber dispuesto la ejecución de dicha obra según los deseos manifestados por la Real Academia de la Historia y que para su terminación solo falta colocar un escudo Real de España y dos lápidas con las inscripciones correspondientes. Enterada S.M. del expediente y comunicaciones de que queda hecho mérito, así como de las que se han pasado igualmente a esa Dirección general por la de Instrucción Pública incluyendo en una el informe. Agustín Felipe Peró y en otra un oficio de la Real Academia de la Historia pidiendo se autorice colocar un escudo Real de España y dos lápidas S.M. ha tenido a bien aprobar la decisión tomada por D. Alejandro Millán reconstruir en la forma que antes estaba el mencionado arco de triunfo la colocación del escudo y lápidas cuyo total gasto asciende a reales de vellón ciento ochenta y un mil ochenta y seis, y noventa céntimos. De Real orden lo digo a V. E. para su inteligencia y a fin de que disponga se publiquen en la Gaceta las comunicaciones de la Real Academia de la Historia y demás documentos". En la habitual acotación marginal del Secretario, la Academia se da por enterada con satisfacción el 2 de Septiembre de 1859.

26 de Noviembre de 1859,  el Director de la Academia escribe al Ministro de Fomento y aprovecha para interesarle por una de las inscripciones del Templo: "El tino y oportunidad con que el Gobierno de S. M. ha acudido a la reparación del célebre puente romano de Alcántara y la deferencia con que ha acogido las indicaciones de la Real Academia de la Historia respecto de las inscripciones y escudo que ostentará el antiguo arco de triunfo, empeñaron de nuevo a este Cuerpo literario a acudir a V.E. encareciéndole la necesidad de renovar la lápida que hubo en el dintel del sepulcro de Cayo Julio Lacer con tal motivo ha acordado la Academia hacer presente a V.E. que hoy no ofrece inconveniente alguno sobreponer una tabla de mármol de Macael [Almería], donde se reproduzca el antiguo epigrama añadiendo una noticia de las reparaciones hechas en el siglo XVI y en el actual".

29 de Noviembre de 1859, el Director General de Instrucción Pública D. Eugenio Moreno López escribe al Director d la Academia de la Historia informándole que ha recibido un oficio del 15 de Noviembre del Ingeniero Millán informándole que en el próximo mes de Diciembre quedarán colocadas en el Arco de Triunfo "las lápidas y escudo Real de España con las inscripciones propuestas por la Real Academia de la Historia

2 de Diciembre de 1859, se acusa recibo y agradece el envío por el Sr. Millán de fotografías del escudo que se va a colocar en el Arco de Triunfo. "La escultura ha sido hábilmente ejecutada en mármol de Carrara de excelente calidad, por los acreditados artistas españoles Don Francisco y Don José Bellver y merecido los mayores elogios".

15 de Diciembre de 1859, la Comisión cita: "Nuevas investigaciones ponen ya fuera de toda duda que la dedicatoria y epigrama del friso del templo erigido por Lacer habían sido borrados en tiempos de Felipe IV y por orden del Gobernador de Alcátara D. Pedro Carvajal y Ulloa, proveedor general del ejército en Badajoz cuando la guerra con Portugal se picó el frente del arquitrabe del templo y en él se reprodujo la inscripción antigua. Hizose esto sin gusto literario, sin criterio, sin conocimiento de la sintaxis y ortografía latina y testifican el hecho los dos últimos renglones añadidos a la antigua: gobernante domino Petro Carvajal Ulloa Haec carmina proellis abrasa renovate fuere. Ambrosio de Morales no pudiendo leer ya el octavo verso del epigrama, lo dejó en blanco. Otras personas suplieron el verso de esta forma: Scilicet et superis munera sola litant, pero faltando a la gramática porque el régimen litare munera no es propio del siglo de Trajano. Así y todo ... se estampó en muchos libros  sirvió de modelo a la persona que por los años de 1650, cuidó de hacer entallar de nuevo la inscripción en el frontis del templo".

4 de Febrero de 1860,  se inauguró oficial y solemnemente la reconstrucción del Puente de Alcántara. La Iglesia bendijo la obra, las Autoridades declararon abierto el paso por ambos lados del puente, se celebró un gran banquete, hubo profusión de discursos y recitación de poesías alusivas al acontecimiento, y se terminó con un baile de sociedad.