La Orden de Alcántara en el siglo XV.

Datos sobre su potencial militar, territorial,
económico y demográfico.

Por D. Manuel Fernando LADERO QUESADA - 1982
Universidad Nacional de Educación a Distancia

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INTRODUCCIÓN

Los estudios realizados sobre Ordenes Militares en la Península Ibérica durante la Edad Media alcanzan ya una relativa importancia.

Si bien es cierto que aún existen muchas lagunas y aspectos desconocidos y, sobre todo, un estudio de síntesis sobre todas ellas, órdenes como la de Calatrava, Santiago o Montesa, por citar sólo a las exclusivamente ibéricas, han sido estudiadas ya con cierta profundidad.

Sin embargo, el conocimiento de alguna de estas instituciones, como ocurre en el caso de la Orden de Alcántara, se basa aún hoy en las noticias que suministran las crónicas elaboradas en el siglo XVI y las que a partir de ellas se redactaron en los siglos XVIII y XIX.  Para el caso de la Orden de Alcántara, esta falta de estudios hay que achacarla, sin duda, a la completa desaparición del archivo de la Orden en el siglo pasado, probablemente durante la Guerra de la Independencia.

Nuestra intención en estas breves páginas que siguen no es, ni mucho menos, la de cubrir el inmenso vacío de conocimientos que sobre la Orden de Alcántara existe -desgraciadamente la indigencia documental es tan enorme que será muy difícil que este estudio de conjunto pueda ser llevado adelante alguna vez. Simplemente pretendo sacar a la luz y organizar las escasas noticias que sobre la Orden en los últimos años del siglo XV be entresacado fundamentalmente de las distintas secciones del Archivo General de Simancas.

Cuatro son los temas que vamos a abordar. En primer lugar, analizaremos la organización de la institución desde el punto de vista estrictamente militar: el sistema de reclutamiento de su hueste, el número de lanzas que cada encomienda debía aportar a la misma, su actuación en la guerra de Granada y, por último, la red de fortalezas que se extendía a lo largo de su señorío y su situación a finales del siglo XV.

El segundo apartado será el proceso de formación del señorío de la Orden, las encomiendas y prioratos que lo constituían y el estado en el que se encontraba en el momento en que los Reyes Católicos se hicieron cargo de la administración del Maestrazgo.

Los aspectos económicos ocuparán las siguientes páginas. Abordaremos la cuestión a dos niveles distintos; en primer lugar, una clasificación de las rentas y derechos que la Orden tenía en su condición de señora feudal de un territorio- En segundo lugar, las finanzas de la Mesa Maestral entre los años 1495 y 1504, es decir, los diez primeros años de administración del maestrazgo por los monarcas, en base a las relaciones de ingresos y gastos de la misma elaborados por los contadores de la Orden, Francisco de Madrid y Nufrio Ramírez de Madrid, su hijo, que se conservan completas en el legajo 11 de la sección de Contaduria Mayor de Cuentas del archivo de Simancas.

Los datos que proporciona el censo de 1541 serán la base de las páginas dedicadas a la demografía en tierras de la Orden, ya que sus datos, a los que hay que aplicar una serie de elementos correctores, fundamentalmente los efectos producidos por la epidemia de peste que asoló todo eí sur peninsular en los primeros años del siglo XVI, creemos que son de total validez y aplicación para los años finales del siglo XV.

Así, pues, concluyendo, pretendemos abordar aspectos prácticamente inéditos en las obras de tipo cronistico a las que hacíamos alusión más arriba, profundizando a base de documentación en su mayoría inédita, en cuestiones que son clave para conocer el señorío de la Orden en el siglo XV.

LA ORDEN COMO INSTITUCION MILITAR

Nuestro conocimiento de las cuestiones relativas a la organización militar de la Orden en el siglo XV es muy superficial. Evidentemente, es lógico pensar que su potencia militar era relativamente más pequeña que la de las otras dos grandes órdenes peninsulares: Calatrava y Santiago, dado que, tanto su poder económico como su dominio territorial eran inferiores.

1. El ejército

Nada sabemos de la organización del ejército alcantarino, cabe suponer que, salvo en casos excepcionales, el mando de la hueste correspondería a las más altas dignidades de la Orden, en concreto al maestre o al comendador mayor. En los primeros años de existencia de la institución la figura del alférez debió jugar un papel destacado en el aspecto militar; sin embargo, este cargo desaparece en la baja Edad Media. Por lo demás, y como señala Emma Solano para la Orden de Calatrava probablemente su estructura difería muy poco de las demás huestes señoriales bajomedievales.

En cuanto al sistema de reclutamiento, se hacía por encomiendas. Cada una de ellas debía contribuir a la hueste con un número específico de lanzas. Desconocemos el criterio utilizado para llevar a cabo dicho reclutamiento, pero lo más lógico es suponer que el número de lanzas estaría en estrecha relación con el valor de las rentas de cada una de las encomiendas.

A través de una serie de cartas de apercibimiento enviadas por los Reyes Católicos a cada uno de los comendadores de la Orden el año 1495 ~, sabemos el número de hombres armados que cada una de las encomiendas estaba obligada a enviar a la llamada real. Dicho año, el número total de lanzas que la Orden debía poner a disposición de los monarcas era de 142. Carecemos de datos para los años anteriores al momento en que la administración del maestrazgo pasó a los monarcas, sin embargo, puede suponerse que, al menos para el siglo XV, el número de miembros armados de la Orden oscilaría en torno a esta cifra, salvo en circunstancias especiales, como es el caso de las campañas finales contra el reino de Granada, como más adelante tendremos ocasión de observar.

Curiosamente, el apercibimiento citado del año 1495 también se dirigía a las dignidades puramente religiosas de la Orden (Priores, Sacristán), aunque no debían contribuir a la hueste con ningún hombre armado.

2. La participación de la Orden en las últimas campañas de la guerra de Granada

Durante la década de los ochenta del siglo XV hasta la conquista definitiva del reino granadino en 1492, la Orden de Alcántara, después de más de tres siglos de existencia, volvía a centrarse de lleno en la actividad para la que había sido creada: la lucha contra el infiel.

Aunque la carencia de noticias en este sentido es considerable, es evidente la participación de la Orden en las campañas contra el reino de Granada; sin embargo, tanto sus miembros como las acciones realizadas por ellos quedaron en un segundo plano. De la primera fase de la campaña, hasta 1485 aproximadamente, muy poco es lo que podemos decir. En el año 1483, las tropas de la Orden, junto con las del duque de Plasencia, al mando de un pariente del maestre -don Francisco de Zúñiga-, se encontraban formando parte dcl ala izquierda de la hueste real siendo su número de 100 jinetes y 40 hombres de armas. Por su parte, el comendador mayor, al frente de 20 jinetes, formaba parte de la llamada "Batalla del rey", nombre que probablemente corresponde a un cuerpo de élite. Estas tropas participarán en la tala de la vega de Granada realizada en junio de ese año y en las batallas de Lucena y Lopera, favorables a los cristianos, así como en la recuperación de Zahara.

Al año siguiente encontramos a las tropas de Alcántara, unidas a las del padre del maestre, formada por 113 jinetes y 60 hombres de armas, en la campaña de Abra. El año 1485, la tropa de la Orden estaba constituida por 563 jinetes y 253 peones. El año 1487, el papel jugado por los alcantarinos será mucho más importante, además su número crecerá de forma considerable, ya que serán 755 jinetes y hombres de armas y 427 peones cuya misión fundamental será ocuparse de la artillería ~, ya que eran los principales encargados de su guarda. En este año la hueste alcantarina participará en la conquista de Vélez-Málaga y Málaga, donde el papel jugado por la artillería fue decisivo, sobre todo en el caso de la segunda.

El año 1488 fue de escasa actividad debido al agotamiento producido en los dos bandos por la campaña del año anterior; por eso no es de extrañar la falta total de referencias a la Orden. En 1489, la hueste del maestre de Alcántara estaba compuesta por 105 jinetes, además de seis "jinetes hidalgos del comendador mayor de Alcántara que estuvieron presentes en la campaña, fueron los siguientes: Alniorchón, Lares, Belvis, Santibáñez, Las Elches, Portezuelo, Zalamea, Morón, Quintana y La Magdalena.

En los últimos años de la campaña la presencia de las tropas alcantarinas fue la siguiente: en abril de 1491 había 266 jinetes y 263 peones; en agosto del mismo año esta tropa se había reducido a 100 jinetes. Por último, en enero de 1492 había 294 jinetes, de los cuales 200 permanecerán hasta marzo de ese mismo año Una vez acabada la campaña contra Granada, el ejército de la Corona se constituyó de forma permanente y en él estuvieron presentes los caballeros alcantarinos. Está constatada su asistencia a las campañas del Norte de Africa y en la toma de Orán ". En 1504 se encontraba a la cabeza de las tropas de la Orden el Clavero, a cuyas órdenes se encontraban 50 jinetes, recibiendo un sueldo de 126.000 mrs. Al año siguiente se encuentra a la cabeza de 36 lanzas con un sueldo de 68.000  maravedís. Los jinetes tenían un salario que oscilaba entre los 25.000 y los 30.000 mr.

3. Las fortalezas

Las fortalezas diseminadas por las tierras del señorío y dependientes de la Orden eran bastante numerosas, y aunque el apoyo documental es escaso y no permite asegurarlo tajantemente, debían encontrarse en el siglo XV perfectamente abastecidas y en disposición de albergar fuertes contingentes de tropas. Es preciso señalar que las fortalezas de la Orden y su perfecta conservación no tienen su razón de ser tanto en el proceso reconquistador como en el hecho de que, durante la baja edad media, Extremadura será uno de los principales focos de turbulencias políticas y militares del reino de Castilla, por un lado debido a su posición fronteriza respecto al reino de Portugal, con el que los conflictos en esta época serán frecuentes; por otro lado, debido a que los territorios alcantarinos eran vecinos de una serie de señoríos nobiliarios cuyos propietarios participan de una forma activa en las luchas políticas del reino y no siempre en el bando de los monarcas.

A todo esto se unen otros dos factores: el primero, el que las disputas internas de la Orden se intensifican en los siglos bajomedievales. El segundo, el que los maestres alcantarinos, como figuras principales del reino, miembros, bien por su nacimiento o bien por su cargo, de la más alta nobleza, participarán activamente en todas las luchas nobiliarias.

Desgraciadamente, carecemos de noticias concretas sobre el armamento y pertrechos de estas fortalezas, ya que no se han conservado libros de visita de época medieval en los que los visitadores, como ocurre en el caso de otras órdenes militares, detallarían cuidadosamente este capitulo.

Las fortalezas más fuertes y mejor abastecidas se encontraban en el partido de Alcántara, en razón de su cercanía con la frontera portuguesa. Se puede establecer una línea de norte a sur que abarcaría una tupida red de ellas, entre las que destacan las de: Eljás, Santibáñez, Piedrabuena, el convento-fortaleza de Alcántara, Peñafiel, Portezuelo, Las Brozas y Valencia de Alcántara, estas dos últimas pertenecientes a la Encomienda Mayor- En el partido de La Serena, los tres núcleos fortificados más importantes eran Magacela, Benquerencia y Almorchón.

Las fortalezas que no se encontraban bajo el mando directo del comendador correspondiente tenían al frente un alcaide nombrado por éste. En época de los Reyes Católicos, algunas de las fortalezas de la Orden fueron entregadas a personas completamente ajenas a ella, que, con su tenencia, disfrutaban de importantes rentas. Aunque hay varios casos, el más significativo es el de Gaspar de Gricio, secretario de los monarcas, que disfrutó de la tenencia de la fortaleza de Magacela durante varios años seguidos. A partir del año 1495, merced a la detallada contabilidad llevada por orden de los reyes, conocemos exactamente cuáles eran las fortalezas que dependían de la Mesa Maestral y la dotación económica de la que disponían cada año.

Al margen de estas cantidades consignadas en dinero, algunas de estas fortalezas -las más importantes- recibían, con cargo en las rentas de la Mesa Maestral, ciertas cantidades de trigo, cebada y vino.

El alcalde del convento de Alcántara recibía 400 fanegas de trigo y 600 arrobas de vino; el de la fortaleza de Valencia de Alcántara, 200 fanegas de trigo y otras tantas de cebada. La misma cantidad recibía el alcaide de la fortaleza de Villanueva de Barcarrota. Sobre el resto de las fortalezas de la Orden, la información que poseemos es muy escasa, aunque en términos generales puede decirse que la mayoría de ellas iniciaron un proceso de destrucción y abandono a partir del siglo XVI. Por ejemplo, la fortaleza de Bíjás, según los datos que proporciona un libro de visitas de mediados del siglo XVI, sabemos que desde comienzos de este siglo se encontraba cerrada y sin nadie encargado de su mantenimiento, hasta el punto de que en la fecha de la visita -1541- no se conservaban ni las llaves de las puertas. Esta circunstancia debió repetirse en numerosas fortalezas, sobre todo en aquellas dependientes de las encomiendas menos potentes económicamente.

La explicación de este proceso de abandono es sencilla. A partir del reinado de los Reyes Católicos dos motivos fundamentales para mantenimiento de estas fortalezas: los enfrentamientos con Portugal y las luchas nobiliarias que se desarrollaban en suelo extremeño, desaparecen por completo merced a la política de pacificación de la nobleza llevada a cabo por los monarcas.

EL SEÑORIO DE LA ORDEN EN EL SIGLO XV

El señorío de la Orden de Alcántara en Extremadura nació a partir de los primeros años del siglo XIII. Las posesiones iniciales de la Orden, a raíz de su fundación en 1176, estaban situadas bastante más al Norte de lo que luego sería su núcleo principal de asentamiento, concretamente en las orillas del río Coa.

Podemos señalar una fecha como punto de partida: el año 1218, cuando el maestre de Calatrava don Martín Fernández, a quien el rey Alfonso IX de León había cedido la posesión de la villa de Alcántara para que se constituyese en la cabeza del señorío de esta Orden en el reino leonés, propuso al monarca que cediese la posesión de esta villa a la Orden de Pereiro a cambio de una cierta dependencia de esta Orden respecto a la de Calatrava. No es descabellado suponer que este ofrecimiento del maestre calatraveño al monarca leonés hubiera estado precedido de algún tipo de acuerdo con los caballeros del Pereiro.

Acuerdo dirigido a no interferirse en sus respectivos procesos de expansión, cosa que hubiese ocurrido si la orden calatraveña se hubiera instalado en el reino de León, donde, indudablemente, antes o después, habría entrado en conflicto con la Orden de Pereiro.

A partir del año de la firma de este acuerdo -1218-, la Orden de Pereiro pasó a denominarse también Orden de Alcántara, con el paso del tiempo el primer nombre se perdió y en 1253 los maestres se titulaban sólo de Alcántara, pasando el lugar de San Julián del Pereiro a ser una simple encomienda.

Tras esta donación y la resolución a su favor del pleito que la Orden mantenía con la Orden del Temple sobre la posesión de Portezuelo y Santibáñez ~ la dotación territorial en esta zona fue ya de importancia. Un año más tarde se completó con la donación que hizo Alfonso IX del lugar de Navasfrías ~"y la conquista en 1220 por las propias tropas de la Orden de la villa de Valencia de Alcántara. Así pues, puede decirse que el bloque fundamental de las posesiones de la Orden en el partido de Alcántara que, junto con la comarca de La Serena, será el núcleo central de su señorío, estaban ya perfectamente conformadas en 1220.

El comienzo del asentamiento de la Orden en la zona de La Serena viene señalado por la conquista en 1231, por las tropas de la propia Orden, de la villa de Magacela Lugar que no entraría a formar parte de su señorío hasta tres años después, cuando el rey Fernando III se lo entregó definitivamente como compensación a los derechos alegados por la Orden a la villa de Trujillo  Magacela se constituyó en encomienda y también se creó en ella un priorato que ejercía la jurisdicción eclesiástica sobre todo el territorio vecino. Al mismo tiempo, la Orden recibió el encargo real de repoblar Zalamea, también reconquistada en estos años.

Tras la conquista de Córdoba en 1236, la Orden completa sus posesiones en la zona. Benquerenciam cuya entrega a los cristianos había sido condicionada por su alcaide a la caída de Córdoba, es entregada a los alcantarinos que también recibirán la plaza fuerte de Esparragal, conquistada por los Templarios Al margen de ello, la Orden también recibirá algunos bienes en Córdoba y Sevilla tras su conquista A lo largo de los reinados de Sancho IV y Fernando IV, la Orden redondeará su señorío, que ya permanecerá prácticamente inamovible a lo largo de la baja edad media. En 1302 recibe el castillo de Fíjás y un año más tarde la villa de Villanueva de la Serena  antigua aldea de Medellín, que se convertirá en cabeza de partido creándose en ella un priorato. La villa dependerá de la cercana encomienda de Castilnovo, castillo árabe conquistado en 1232 por las tropas de la Orden.

A diferencia de otras órdenes militares, la Orden de Alcántara, aunque participó de una forma activa en la reconquista de toda Andalucía, tras la conquista de Sevilla apenas recibió donaciones de importancia en esta zona. Cabe suponer un deseo por parte de los monarcas y también de la propia Orden por consolidar su posición hegemónica en la zona de la actual Extremadura, dejando Andalucía como lugar de asentamiento de otras fuerzas. También es verosímil pensar que esta renuncia estaría de alguna manera pactada con la Orden de Calatrava en el acuerdo entre ambas del año 1218.

Las únicas posesiones de importancia que tendrá la Orden en tierras andaluzas serán los castillos de Morón y Cote y el lugar del Arahal, donados por Sancho IV en 1285 27 y que serán objeto de un trueque con don Pedro Girón en 1461 ". En virtud de este cambio, la Orden perdía estas posesiones andaluzas y recibía las villas de Salvatierra y Villanueva de Barcarrota y el castillo de Azagala; la primera de ellas fue convertida en encomienda para compensar al ex comendador de Morón y las dos últimas fueron adscritas a los bienes de la Mesa.

Por otro lado, la Orden tendrá otra encomienda totalmente andaluza: la de Heliche, formada por dos donadios sevillanos -los de Heliche y Cantullán-, cuya existencia se remonta por lo menos a 1310, cuando le son donados por Fernando IV ", aunque es posible que la Orden los poseyera ya desde antes de esta fecha. De manera que, en el momento en que los Reyes Católicos comenzaron a administrar la Orden de Alcántara, es decir, en los últimos años del siglo XV, ésta contaba con un extenso señorío, formado a lo largo del siglo XIII corno acabamos de ver, que abarcaba parte de las actuales provincias de Cáceres -todo el sector limítrofe con Portugal en torno a Alcántara y las estribaciones de la Sierra de Gata- y Badajoz -la comarca de La Serena-, con una extensión en torno a los 7.000 kilómetros cuadrados. Al margen de esto, y además contaba con algunas otras posesiones de mucha menor importancia en tierras andaluzas y castellanas.

Haciendo un cálculo aproximado, que es lo único que nos permite la documentación de la que disponemos, puede decirse que más o menos la mitad de estos bienes con sus respectivas rentas estaban reservados a la Mesa Maestral, quedando el resto para los demás miembros de la Orden formando encomiendas y prioratos.

Al igual que instituciones similares, las encomiendas de la Orden alcantarina estaban constituidas por un conjunto de bienes, a veces agrupados y otras dispersos en diferentes lugares, si bien normalmente una parte importante de los mismos se agrupaban en torno al lugar de residencia del comendador. A estos bienes territoriales se unían, en la mayoría de los casos, una serie de derechos y rentas de carácter variado, incluyendo a veces juros o mercedes concedidas por los reyes o las altas dignidades de la Orden. En algunas ocasiones, estas rentas o juros constituían por si mismos una encomienda, sin ningún bien territorial concreto, es, por ejemplo, el caso de la encomienda del Juro de Badajoz.

Nuestra intención inicial era realizar un estudio lo más pormenorizado posible de cada encomienda; sin embargo, la penuria de la documentación nos lo imposibilita por completo. Carecemos de libros de visita de esta época, sin los cuales es imposible llevar a cabo un estudio de este tipo. Nos limitaremos, pues, a agruparlas en sus correspondientes partidos y a exponer las escasas noticias que sobre ellas hemos conseguido reunir.

Las encomiendas de la Orden se agrupaban en el siglo XV en dos partidos. No hay noticia exacta del momento en que se constituyeron, lo lógico es suponer que esto ocurriese una vez finalizada la conquista de la zona de La Serena y la Orden la controlase de una forma efectiva. En época posterior, esta división de carácter administrativo se amplió a más partidos. Así, a finales del siglo XVI, aparecían, además de los dos citados, el partido de Las Brozas, el de la Sierra de Gata y el de Valencia de Alcántara, todos ellos subdivisiones del primitivo partido de Alcántara.

De todos modos nos limitaremos a clasificarlas con arreglo a la primera división citada, ya que la otra se escapa ampliamente de nuestro ámbito cronológico.

Las encomiendas pertenecientes al partido de Alcántara que hemos conseguido localizar, son las siguientes: Encomienda Mayor, cuyos bienes estaban situados fundamentalmente en Las Brozas y en Valencia de Alcántara, la Puebla, Belvis y Navarra, Ceclavin, Claveria, cuyos bienes se encontraban distribuidos por buena parte del territorio de la Orden, aunque un núcleo importante de los mismos se encontraba situado en la zona de la Sierra de Gata, Hornos, Belvis, Portezuelo, Azeuche, Benfayán -unida a Belvis en tiempos de los Reyes Católicos-, Castillo, Casas de Calatrava -encomienda compuesta por una serie de dehesas en el término de Badajoz y en Membrio y Solano, aldeas de Alcántara-, La Magdalena -cuyos bienes estaban situados en la ciudad de Salamanca-, Casas y Juro de Coria, Santibáñez, Las Elges o Eljás, La Moraleja, Herrera, Villasbuenas, Mayorga, Peidrabuena, Esparragal, Peñafiel y El Peso de Valencia. Como puede observarse, hay algunas encomiendas que, aún perteneciendo al partido de Alcántara, no tienen sus bienes situados territorialmente dentro del mismo.

Las enmiendas pertenecientes al partido de La Serena eran las siguientes: Adelfa, Almorchón, La Batumbera, Cabezalbuey, Zalamea, Castilnovo, Los Diezmos, Galizuela, Heliche, Juro de Badajoz, La Peraleda, La Portugalesa, Lares, Quintana, Sanctiespiritu, Magacela, Salvatierra y Benquerencia. Al igual que en el partido de Alcántara, también aquí nos encontramos con encomiendas cuyos bienes están situados en lugares ajenos territorialmente a la comarca de La Serena. Es el caso de la encomienda de La Batumbera al cuyos bienes estaban situados en Galicia, o el ya citado caso de la encomienda de Heliche. Por otro lado, las encomiendas de Galizuela y Sanctiespiritu, son subdivisiones de la primitiva encomienda de Lares, si las colocamos aquí separadas de su encomienda madre, es porque su desvinculación de la misma es anterior al siglo XV.

En el momento en que la administración del Maestrazgo pasa a los monarcas, aparecen nuevas encomiendas en base a lo que rentan algunas dehesas de La Serena; es el caso de las encomienda de Maternarina y Bercial ~. Así, pues, a finales del siglo XV el señorío de la Orden estaba dividido en un número de encomiendas que podemos situar entre cuarenta y dos y cuarenta y cinco. El partido de Alcántara era el que contaba con mayor número de encomiendas como puede observarse. Sin embargo, las encomiendas del partido de La Serena era en términos generales, más potentes económicamente debido a la importante actividad ganadera desarrollada en sus grandes dehesas.

Respecto a los prioratos de la Orden, nada o casi nada podemos señalar. Hay constancia de la existencia de dos prioratos en el partido de Alcántara, uno en la misma villa y otro en Valencia de Alcántara, y otros dos en el partido de La Serena -que era nullius diócesis-, el de Villanueva de La Serena y el de Magacela.

LA ECONOMÍA Y LAS FINANZAS DE LA ORDEN EN EL SIGLO XV.

La posibilidad de estudiar de un modo bastante completo las realidades económicas de las tierras alcantarinas, sólo se produce a partir del momento en que los Reyes Católicos se hacen cargo del maestrazgo. Con anterioridad a esta fecha, esta tarea resulta imposible, dada la total ausencia de documentación referida a estas cuestiones. No existen libros de visita a los que poder acudir para observar la evolución económica de las distintas encomiendas y prioratos. Tampoco se conservan ningún tipo de noticias referidas a los bienes y rentas dependientes de la Mesa Maestral.

Dos son los objetivos que pretendemos conseguir en estas páginas dedicadas a los aspectos económicos. En primer lugar, clasificar y analizar las rentas percibidas por la Orden como señora que ejerce un dominio territorial y jurisdiccional en una amplia zona, a partir de los datos que se pueden extrapolar de algunos libros de visita de la primera mitad del siglo XVI y que se pueden aplicar para el siglo XV sin peligro de cometer graves errores de interpretación. También a partir de las noticias que poseemos sobre los bienes y rentas de la Mesa Maestral entre los años 1495 y 1504, es decir, los diez primeros años de administración del maestrazgo por parte de los monarcas.

El segundo aspecto que será objeto de nuestro análisis serán las finanzas de la Mesa Maestral entre los citados años de 1495 y 1504, en base a las relaciones de gastos e ingresos de la misma que se contienen en el legajo 11 de la sección de Contaduría Mayor de Cuentas del Archivo de Simancas.

1. Las rentas

Muchas son las páginas que se han dedicado al problema de la clasificación de los ingresos feudales. Desde la concepción jurídica de Salvador de Moxó at que intenta hacer corresponder los distintos tipos de rentas con los distintos elementos constitutivos de un señorío, hasta la clasificación utilizada por Martínez Moro, basada en una concepción flexible a partir del carácter compacto que reivindica para el régimen señorial en sus partes constitutivas y en su resultado fiscal, sugiriendo a cada autor que elabore su propia clasificación en función de las preguntas que realice al material bruto de que disponga.

El esquema de clasificación que se presenta, sin intención alguna de intervenir en la polémica, sigue en líneas generales los criterios que presiden la clasificación elaborada por Emma Solano en su trabajo sobre la Orden de Calatrava al Clasificación que, desde mi punto de vista, huye de la concepción estrictamente jurídica para agrupar las rentas en base a criterios en los que lo fundamental es la búsqueda de la claridad expositiva.

Antes de empezar, es preciso realizar otra advertencia. Algunas de las rentas mencionadas, como, por ejemplo, los derechos sobre las compraventas, los derechos de tránsito, los derechos de carácter judicial o los de control sobre los cargos concejiles, son derechos que la Orden tenía en virtud de su condición de señora jurisdiccional de un territorio; así, pues, son perfectamente incluibles dentro del apartado de tributos o rentas señoriales. Nuestra intención al separarlos es únicamente la de buscar una mayor claridad en la exposición.

Los ingresos más importantes procedían de lo percibido por las distintas explotaciones de las dehesas. Sobre todo, el herbaje de "invernadero " y "veraneadero" o "agostadero", proporcionaban grandes beneficios r Junto a ello el aprovechamiento de pesquerías al o de zonas de cultivo y bosque, etc. Todo ello en conjunto solía constituir el capitulo más amplio de ingresos de las encomiendas y uno de los más importantes en el caso de la Mesa Maestral.

Otros ingresos mencionables procedían del arrendamiento de casas para vivienda o para servicios públicos. Además el arrendamiento de algunos yacimientos, como el de "los mineros de La Serena", que estaban reservados a la Mesa Maestral, proporcionaban importantes beneficios de señora jurisdiccional y territorial; es un tipo de rentas que, en muchas ocasiones, es asimilable a los dos niveles.

Podemos citar abundantes ejemplos. En la encomienda de La Puebla podemos agrupar en este apartado las siguientes: martiniega y fuero; el comendador recibía dos corderos asados, pan y vino el día de Pascua, y la obligación de todos los vecinos de ir a prestar servicio a la fortaleza un día al año. En la encomienda de Azeuche 'a el comendador tenía derecho de pasto en los baldíos de la villa; además todos los vecinos con un par de bueyes debían prestar al comendador dos huebras, es decir, prestación en trabajo consistente en que el campesino labra las tierras del señor con sus propios animales de tiro. Por otro lado, "no se podía romper ni cavar en el camino que va de la villa a la huerta de la encomienda". En la encomienda de Lares", los vecinos, aparte de la martiniega, tienen la obligación de presentar la caza y la pesca ante el comendador para que éste tome de ella lo que quiera; además el comendador tenía el derecho de cortar leña y poseía el coto de caza y pesca en el río Zújar. Por último, el comendador recibe de los vasallos treinta huebras al año y tiene el derecho de vender libremente el vino del diezmo. En la encomienda de Galizuela ' no se podía vender vino hasta que no se vendiese lo producido en el término; por otro lado, el comendador también tenía el derecho de caza y pesca libre. El comendador de Villasbuenas" percibía, entre otras rentas, el humo y martiniega y dos yantares, uno de los cuales se debía dar en comida "al comendador o a quien fuere cada año a nombrar uno de los alcaldes en su nombre. El comendador mayor recibía de la misma encomienda un yantar anual en metálico consistente en 456 maravedíes. En el lugar de El Arquillo", perteneciente a la encomienda de Portezuelo, el comendador recibía dos huebras por cada labrador y dos cargas de paja y una de leña por vasallos; además recibía un yantar y un cordero recental y cincuenta huevos por Pascual Florida. Entre las rentas de la Clavería en La Torre de don Miguel ~ lugar situado en la zona de la Sierra de Gata, aparecen un yantar anual de 476 maravedíes y el derecho del clavero de coger las cubas que necesitase para encerrar su vino. En la encomienda de Salvatierra ", el comendador recibe yantar y martiniega. La Mesa Maestral recibía numerosos yantares en ambos partidos, los pertenecientes al partido de Alcántara" rentaban, unos años con otros, en torno a veinte mil maravedíes.

Dentro de este mismo apartado pueden incluirse los monopolios senoriales, es decir, el derecho que tenía la Orden a la explotación en exclusiva de algunos servicios y establecimientos de carácter público. Así, la Mesa Maestral poseía en Villanueva de Barcarrota,  la renta de las carnicerías, que en 1525 rentaba tres mil maravedíes. En la encomienda de Salvatierra, el comendador recibía diez mil maravedíes en 1497 por la "renta del jabón". Algunos de los derechos que antes hemos señalado que poseían los comendadores sobre la venta del vino pueden considerarse como monopolios señoriales.

Derechos sobre las compraventas - La renta más común dentro de este apartado es la de la Veintena. En Alcántara, según el inventario de rentas que conocemos, esta renta pertenece a la Mesa Maestral desde 1498 y, unida al portazgo de la villa, supuso ese año once mil maravedíes. En Salvatierra aparece unida al "mayorazgo y pan de peso" y supuso en 1497 cuatro mil maravedíes. En relación con lo anterior están las rentas sobre pesos y medidas. Por ejemplo, la Mesa Maestral poseía en Villanueva de Barcarrota la renta del "colodiazgo y medidas".

Derechos de tránsito - Debe incluirse aquí, en primer lugar, el Almojarifazgo, muy frecuente en los lugares del partido de La Serena ~', es renta que está adscrita a la Mesa Maestral. Se cobraban también Portazgos en todo el señorío de la Orden. En Villasbuena, el comendador cobraba el portazgo de todo lo que pasaba por la villa y por el puerto de Perosín. El portazgo en Salvatierra en 1497 supuso dos mil quinientos maravedíes. Las rentas del "Travesio " eran también portazgo que recibían este nombre en algunos lugares, como Las Brozas y La Zarza ". En el primero de estos lugares su valor oscilaba entre los cinco mil maravedíes en 1495 y nueve mil ciento diez y seis en 1503. Otro tributo que aparece con frecuencia es el Montazgo, cuyo significado es conocido.

Los abusos en este tipo de impuestos debieron ser frecuentes, conocemos algunas quejas referidas a ellos. Por ejemplo, los vecinos de Alcántara se quejaban de un impuesto que cobraba el alcaide del Puente de Alcántara, consistente en quedarse con la cuarta parte de todo lo que pasase por el dicho puente, ya que "... si se ahoga algún hombre y le pasan por allí a la villa lleva por derechos del cuarto un marco de plata". Los Reyes Católicos, a quienes iba dirigida esta queja en el año 1495, pidieron al gobernador de la Orden que recogiese información del asunto y viese si el dicho alcaide tenía facultad para cobrar este impuesto ".

Derechos y rentas de carácter judicial - En su condición de jueces, los comendadores recibían el importe de todos los tipos de multas que se imponían en el señorío. Recibían normalmente el nombre de "peñas y caloñas" y aparecen en numerosas encomiendas y lugares dependientes de la Mesa Maestral, como Villanueva de Barcarrota. En la encomienda de Eljas ", el comendador recibía un tercio de las penas. En Azeuche, el comendador tenía el derecho de "nombrar, guardar y llevar penas". También corresponde encuadrar dentro de este apartado lo que cobraba el comendador de Villasbuenas, es decir, 'las dos partes de los sacrilegios y el quinto de los que mueren abintestatos y penas de perjuros y sangre de sobreojos" y lo que recibía el comendador de Portezuelo en El Arquillo por "la sangre rota y armas abueltas'.

Derechos de control sobre los cargos concejiles - Los comendadores designaban normalmente a los oficiales de los concejos del señorío -alcaldes, alguaciles, escribanos, etc.-, ejerciendo los vecinos en la mayoría de las ocasiones el derecho de presentación. En algunos casos, el comendador se limitaba solamente a recibir el juramento de los oficiales elegidos por el concejo> así acurría en la encomienda de Eljás. Por el contrario, en la encomienda de Lares, A comendador tenía el privilegio de nombrar los alcaldes sin presentación previa. En Villasbuenas, los vecinos tenían que dar un yantar al comendador o a quien fuese en su lugar a nombrar uno de los alcaldes de la villa.

Estos derechos sobre los cargos concejiles podían arrendarse o, para ser más exactos, lo que realmente se arrendaban eran los cargos. Es el caso de las escribanías, las cuales en su mayoría, al menos desde el momento en que los monarcas se hicieron cargo de la administración de la Orden, dependían de la Mesa Maestral, aportando sustanciosos ingresos a la misma su arriendo. Por ejemplo, la escribanía de Alcántara en los años de tránsito del siglo XV al XVI rentaba en torno a los cincuenta mil maravedíes anuales.

Diezmos - Constituían una de las principales fuentes de ingresos, tanto de las encomiendas como de la Mesa Maestral. Los tipos de diezmos que pueden señalarse son muy numerosos. Los diezmos sobre el pan, los cereales y el vino son los que con más frecuencia hemos encontrado. Los diezmos sobre el ganado son abundantes, pero aquí las particularidades son frecuentes, muchas veces aparecen de forma independiente y otras muchas están incluidos dentro de los diezmos de menudos. En la encomienda de Eljás se cobraba el diezmo sobre los ganados que se criaban en las dehesas del término, pero no sobre los transhumantes. En Lares la mitad del diezmo era para el comendador y la otra mitad para la Mesa Maestral. En la encomienda de Belvis y Navarra", el diezmo que se cobraba sobre los ganados iba a parar a la Mesa Maestral si su dueño no era ni vecino ni vasallo de la Orden, pero si lo era el diezmo lo cobraba el comendador. Eran frecuentes también los diezmos sobre los garbanzos y otras hortalizas y sobre el queso, la lana y el lino, apareciendo en ocasiones de modo independiente y otras incluidos en los menudos, esto dependía de la importancia de su cuantía. Las minucias o diezmos de menudos se aplicaban a las crías de ganado o a productos agrícolas o ganaderos considerados de pequeña importancia; aparecen normalmente en todas las relaciones de rentas que hemos tenido ocasión de consultar.

Otros diezmos que también aparecen con cierta frecuencia son los de la miel, cera y enjambres, así como el de tejas y ladrillos, sobre sus distintas particularidades nos remitimos a lo especificado en el apéndice. Junto a los diezmos, sobre todo los del pan, cereales y vino, los comendadores solían recibir las primicias. El Pie del Altar hace referencia al diezmo de algunos productos, generalmente de los incluidos en los menudos, que debían entregarse para el mantenimiento de los clérigos en las iglesias locales. Sin embargo, de hecho, siempre que hemos encontrado este tipo de renta, iba a parar a manos del comendador, bien en su totalidad bien en parte, como es el caso de la encomienda de Villasbuenas, donde el comendador recibía el tercio del pie de altar que en 1529 supuso la cantidad de mil ciento setenta y un maravedíes.

Los derechos sobre las minorías confesionales.-Pocas son las noticias que poseemos para este apartado. Cuando nos refiramos al potencial demográfico en las tierras de la Orden, hablaremos de la población judía y mora en base a algunos datos procedentes de la fiscalidad real. La única referencia a una capitación especial sobre las minorías confesionales por parte de la Orden, son las llamadas "lampreas de los moros", que correspondían a la Mesa Maestral en el partido de Alcántara y se cogían junto con los yantares y algunas otras rentas de menor importancia. En el año 1502, se recaudaron los yantares "sin las lampreas de los moros que se habían tornado cristianos ". Aunque no podemos asegurar el carácter de esta capitación, parece posible admitir que fuera algo similar a los yantares que pagaba la población cristiana, dado que se cobraban juntos. De todos modos su importancia económica era escasa. En cuanto a los judíos la ausencia de noticias es absoluta.

Rentas y derechos procedentes de mercedes reales - Debemos referirnos fundamentalmente a los juros "por heredad". Sólo he encontrado noticias referentes a la Mesa Maestral. Unos juros sobre las alcabalas de Coria y Alcántara por valor de ochenta mil maravedíes que la Orden había obtenido como compensación a la pérdida en 1450 de las posesiones que tenía en tierras de Castilla la Vieja ". Y otro juro de diecisiete mil quinientos ochenta maravedíes sobre las rentas de las alcabalas de Villanueva de Barcarrota. Es probable que algunas encomiendas poseyeran también juros de este tipo, si bien de menor importancia.

2. Las finanzas de la Mesa Maestral (1495-1504)

Como ya hemos señalado anteriormente, la base de este análisis de las finanzas de la Mesa Maestral son las relaciones de gastos e ingresos de la misma entre los años 1495 y 1504, contenidas en el legajo 11 de la Contaduría Mayor de Cuentas del Archivo de Simancas. Hay que señalar algunas cuestiones previas. La relación de ingresos está dada por los herederos de los que fueron contadores de la Orden en estos diez años, es decir, Francisco de Madrid, hasta el año 1500, y su hijo, Nufrio Ramírez de Madrid en los años posteriores. Por el contrario, en la relación de gastos son los propios monarcas los que ordenan a los dichos contadores que realicen las libranzas. La conclusión fundamental que de esto se puede sacar es que, en buena lógica, la relación de gastos presenta una mayor fiabilidad que la de ingresos.

La estructura burocrática soporte de la administración económica en tierras de la Orden es muy poco compleja. La figura del Contador Mayor aparece en la cúspide de esta mínima estructura, él es el encargado tanto de la percepción de las rentas como de pagar las libranzas, limitándose a obedecer, al menos en este segundo aspecto, las directrices emanadas de los reyes. A partir del año 1498 aparecen dos nuevos personajes: el mayordomo de la villa de Alcántara y el mayordomo de la Sierra de Gata.

La tarea de ambos era la percepción de las rentas en dichos lugares; su salario era de diez mil maravedíes anuales, mientras que el del contador mayor era de cuarenta mil. Pienso que sus atribuciones no eran excesivas, simplemente debían ser oficiales a las órdenes del Contador Mayor y, en definitiva, el último eslabón del poder señorial de la Orden en el terreno económico.

Los ingresos - Los ingresos de la Mesa Maestra en el partido de Alcántara procedían de tres núcleos fundamentales: la propia villa de Alcántara, la zona de la Sierra de Gata -en la que se incluyen la propia villa y una serie de lugares menores, como La Torre de don Miguel, Santibáñez, Villasbuenas, Cilleros, Valverde y Navasfrías- y la villa de Valencia de Alcántara. Entre los tres núcleos aportaban todos los años más del 70 por 100 de los ingresos de la Mesa Maestral. De los tres, el más importante sin duda era Alcántara, con una aportación que oscilaba entre el 28,3 por 100 del total en 1498 hasta un 53,9 por 100 en el año 1500.

A partir del año 1501, la villa de Villanueva de Barcarrota se configura como otra fuente de ingresos importante, en torno al 25 por 100 del total. Papel creciente que contrasta con el descenso experimentado en la importancia de las rentas procedentes de la Sierra de Gata, que en estos años se sitúan sólo el 6 por 100 ó 7 por 100 del total, mientras que en años anteriores habían supuesto más del 20 por 100. Lo mismo cabe decir de las rentas procedentes de Valencia de Alcántara, que en los primeros años del ejercicio superaban el 30 por 100 y a partir de 1501 se sitúan entre el 10 y el 15 por 100.

Al manejar las cifras expresadas en tantos por ciento, podemos inducir a un error de interpretación que es preciso evitar. Este descenso en la importancia porcentual de las rentas procedentes de la Sierra de Gata y Valencia de Alcántara, no significa necesariamente una disminución tan enorme de las rentas procedentes de estos lugares -si es cierto que se produce una disminución pero no tan extremada-, sino que ponen de manifiesto el progresivo aumento de los ingresos totales de la Mesa Maestral al surgir otros núcleos, como Villanueva de Barcarrota, o crecer la importancia de otros, como Alcántara, cuyas rentas a partir del año 1500 suponen más del 50 por 100 del total de lo percibido por la Mesa Maestral.

Las cantidades procedentes de otra serie de núcleos, como Herrera o Las Brozas, o los ingresos procedentes de los yantares que percibía la Orden en numerosos lugares del señorío, representaban muy poco en el conjunto total.

Párrafo aparte merecen las rentas procedentes de dehesas, que, en general, carecen de importancia la mayoría de los años, salvo en 1498, 1499 y, en menor medida, 1500, en que la Mesa Maestral disfrutó de las rentas de las dehesas de la encomienda de Belvis y Benfayán, que ya en 1501 fue provista de comendador, con lo que la Mesa Maestral dejó de percibir sus rentas.

Los gastos - La primera característica que destaca al observar la relación de los gastos de la Mesa Maestral, es el progresivo aumento de los mismos. Durante los cuatro primeros años, es decir, hasta 1498, las libranzas no alcanzaron el medio millón de maravedíes anuales. Sin embargo, a partir del año siguiente las cifras se sitúan en torno al millón, alcanzando el año 1503 la cifra de un millón cuatrocientos sesenta y ocho mil setecientos ochenta y seis (1.468.786). Parece, pues, evidente que durante los primeros años de su administración, los reyes limitaron al máximo los gastos a realizar.

Es comprensible esta política si observamos que también en estos primeros años los ingresos aparecen muy mermados por las concesiones hechas, tanto al último maestre, don Juan de Zúñiga, como a otras dignidades de la Orden. Sólo a partir de 1498, cuando los monarcas entraron en posesión de parte de los bienes que disfrutaba el comendador mayor, los ingresos, y los gastos como ya hemos dicho, se multiplicaron.

Los gastos aparecen agrupados en tres apartados claramente diferenciados. En primer lugar, las asignaciones dadas a los tenentes de las fortalezas dependientes de la Mesa Maestral, que, en general, suponían más del 30 por 100 de los gastos anuales, llegando algunos años, como 1496 y 1497, a superar el 70 por 100.

Ya hemos señalado en otro lugar el hecho de que, al margen de las cantidades en metálico, se asignaban a algunas fortalezas cierta cantidad de trigo, cebada o vino. Desgraciadamente como la contabilidad de estos productos se llevaba independientemente de las cantidades en metálico, y no conocemos dicha contabilidad, no nos es posible hacer ninguna consideración al respecto.

El segundo apartado de los gastos se refiere a los salarios y quitaciones de oficios. El tanto por ciento que representaban respecto a la cantidad total era considerablemente menor, pero también importante. La mayoría de los años oscilaba en torno al 20 por 100, sólo algunos años, como en 1498 o en 1501, superó el 30 por 100. Aunque hay variaciones en los distintos años, en todos ellos aparecen siempre tres sueldos que constituyen la base fundamental de este capitulo de gastos; nos referimos a los sueldos del gobernador de la Orden, al del abogado de los pobres y al del contador mayor de la Orden.

La tercera partida de las libranzas incluye las limosnas y, desde el año 1499, el mantenimiento de los caballeros de la Orden. Será precisamente a partir de dicho año cuando el peso específico de esta partida comience a tener importancia en el conjunto general de gastos, hasta este momento su importancia había sido escasa, situándose por debajo del 10 por 100, superando algunos años el 30 por 100. En algunos años aparecen apartados especiales. En el año 1499 se destina una importante partida a pagar los atrasos acumulados en los años anteriores, fundamentalmente cantidades que se adeudaban a los tenentes de algunas fortalezas. Supuso el 14,5 por 100 de los gastos de dicho año. El año 1503 se destinaron medio millón de maravedíes a las obras de construcción del nuevo convento de Alcántara, cantidad que supuso el 34 por 100 de los gastos de dicho año.

Visión de conjunto de las finanzas maestrales.-  Comparando ambas relaciones puede observarse que el balance siempre resulta positivo. Sólo el año 1497 el balance se presenta equilibrado, con un beneficio mínimo de 322 maravedíes. El resto de los años los beneficios oscilan entre los 33.244 maravedíes del año 1496 hasta los 471.250 del año 1500.

Globalmente las rentas de la Mesa Maestral en el partido de Alcántara supusieron una cantidad total de 10.653.464 maravedíes, mientras qué las libranzas realizadas sobre esos ingresos supusieron 8.350.958 maravedíes, de lo que resulta un beneficio total en estos diez años de 2302.506 maravedíes, es decir, el 21,6 por 100 de los ingresos.

Valorando estas cifras, podemos decir que la administración del Maestrazgo por parte de los Reyes Católicos se presenta si no como una empresa excesivamente lucrativa tampoco como un negocio deficitario ni mucho menos. Más bien si puntualizamos esta afirmación nos daremos cuenta que la labor administradora de los reyes se presenta como algo extremadamente positivo. Hay que tener en cuenta que los Reyes Católicos gobiernan una Orden de Alcántara que no era ni la mitad de lo que había sido en los años anteriores del siglo XV, tanto por lo que se refiere a su dominio territorial como a su nivel de rentas. Todo el partido de La Serena, probablemente el más rico del señorío, se escapaba por completo a su jurisdicción, ya que disfrutaba de la totalidad de sus rentas el ex maestre don Juan de Zúñiga.

Así, pues, lo que estas cifras nos revelan es la gran capacidad administradora de los monarcas, ya que, con sólo los ingresos obtenidos en el partido de Alcántara, fueron capaces de subvenir a todas las necesidades que tradicionalmente cubría la Mesa Maestral con un volumen de ingresos mucho mayor, y además obtener unos beneficios que si bien no son muy elevados tampoco son despreciables en absoluto.

ALGUNAS NOTICIAS SOBRE LA DEMOGRAFÍA EN TIERRAS DE LA ORDEN

Los datos que poseemos sobre la población en tierras de la Orden nos los proporciona fundamentalmente el famoso y mal llamado censo de 1541, contenido en el legajo 768 de la sección de Contedurías Generales del Archivo de Simancas. El legajo consta de una serie de carpetas, una por provincia, y su objeto era repartir el servicio ordinario del año 1541. De modo que, por tratarse de un servicio de pecheros, se omiten los hidalgos, los clérigos y los exentos por un motivo u otro.

Felipe Ruiz  pone reparos al censo de 1541, aduciendo que, aún cuando ese año se hizo el resumen de las averiguaciones, éstas son de fecha anterior, ya que casi todas están realizadas entre los años 1528 y 1536. En concreto, para el caso de las tierras de la Orden estas averiguaciones son del año 1532, según se especifica en el mismo legajo. Ciertamente puede resultar un tanto aventurado el utilizar una fuente que supera en más de un cuarto de siglo nuestro ámbito cronológico como base de nuestras apreciaciones. Sin embargo, hay un par de buenas razones que nos mueven a ello. La primera de ellas, la menos importante, el hecho de que, por desgracia, carecemos por completo de cualquier otra fuente -solamente en el caso de la villa de Salvatierra hemos encontrado cifras referidas a los últimos años del siglo XV-. En segundo lugar, las referencias que hemos encontrado sobre la incidencia en tierras alcantarinas de la peste que asoló todo el sur de la Península entre los años 1505 y 1507 ~, y que en líneas generales confirman la idea de que el sur peninsular no recuperó el nivel demográfico de los años precedentes a la epidemia hasta la segunda o tercera década del siglo XVI .

Es evidente que los datos que proporciona la documentación de la que disponemos, toda ella destinada a obtener exenciones de carácter fiscal, pueden resultar algo exagerados. Sin embargo, es aceptable pensar que la sangría demográfica experimentada en las tierras de la Orden durante estos años fue bastante considerable.

Así, pues, considero que los datos sobre población del año 1532 pueden ser indicativos del nivel demográfico en las tierras del maestrazgo de Alcántara en los años finales del siglo XV, siendo las diferencias entre uno y otro momento de escasa importancia.

Según el mencionado censo, el partido de Alcántara contaba con 6.079 vecinos y el partido de La Serena 3.483. A esta última cifra hay que añadir los 383 vasallos que en 1497 tenía la villa de Salvatierra. Como podemos observar, esta no muy abundante población, inferior incluso a las cifras que se barajan para el resto de la región extremeña ", se asienta, sobre todo, en el partido de Alcántara, en núcleos de tamaño medio. En dicho partido, diez poblaciones superan los doscientos vecinos y siete tenían entre cien y doscientos. Por su parte, en el partido de La Serena, eran seis los núcleos con más de doscientos vecinos y siete oscilaban entre cien y doscientos. En todo el señorío sólo cuatro lugares superaban los quinientos vecinos y de ellos ninguno en el partido de La Serena, donde Zalamea, el núcleo más importante, sólo llegaba a los cuatrocientos cincuenta.

Así, pues, población relativamente concentrada en núcleos de tamaño medio con una dedicación fundamental agrícola y ganadera. Puede observarse que no se encuentran zonas dentro del señorío de la Orden escasamente pobladas con relación a las demás, sino que existe un reparto bastante proporcional de la población.

Por lo que se refiere a población perteneciente a minorías religiosas, los datos de que disponemos no permiten un conocimiento demasiado exhaustivo de su importancia y características. Era importante la morería de Alcántara, cuyos habitantes residían en la ciudad desde finales del siglo XIII. También de estos momentos datan las comunidades moriscas de Magacela y Benquerencia

En 1501 los mudéjares de Benquerencia pagaban, en concepto de servicio y "medio servicio", setecientos maravedíes y los de Alcántara quinientos. También tenemos conocimientos de la existencia de aljamas moras en Alcántara, Magacela, Benquerencia y Valencia de Alcántara.

Respecto de las comunidades judías, nuestras noticias son todavía más escasas. En 1479 existían comunidades judías en Belvis, Gata y Villanueva de Barcarrota. Los primeros tenían que pagar en concepto de servicio 1.500 maravedíes, los de Gata 1.000 y los de Villanueva de Barcarrota 1.500 ".

De manera que puede afirmarse que no era excesivamente abundante la población no cristiana pero se encontraba concentrada en un número relativamente escaso de núcleos.