Yo, Cayo Julio Lacer, maestro constructor de lo que hoy llamáis, el Puente de Alcántara, y en el que mis cenizas, esperando que la tierra me fuera leve, fueron entregadas al Templo que hice construir para el culto y veneración de los dioses y del César.
Obra arquitectónica en la que quise reflejar las tres cualidades que exigía el antiguo Vitrubio a toda edificación: "Firmitas", "Utilitas" y "Venustas", es decir: Firmeza, Utilidad y Hermosura.
Los Dioses, alabados sean, me acompañaron durante la construcción de este paso sobre el rio Tagus, que desde Norba comunicaría Conimbriga, ya en nuestra provincia romana de la Lusitania, y desde allí a Olisipo, al sur o a Brácara Augusta, al norte.
Hice dejar escritas en las cuatro lápidas que fueron colocadas en el Arco de Triunfo, a todos los pueblos que con sus tributos contribuyeron a la construcción del puente, pero el paso del tiempo las hicieron desaparecer y la copia que actualmente encontraréis os puede hacer pensar que solo estos pueblos fueron los que sufragaron la obra. Viajero¡¡¡, piensa que eran muchas las ciudades de la antigua Lusitania que se beneficiaron de esta comunicación con la vía de la Plata y con el resto del Imperio.
Orgulloso de mi obra, y pecando de cierta vanidad, que vosotros justificareis al ver el Puente, hice dejar escrito, con el favor de mi Emperador Trajano: PONTEM PERPETUI MANSVRVM IN SECULA MVNDI: El puente que permanecerá en pie por los siglos del mundo.
Y hoy, mientras lees estas palabras, la profecia continua, mi obra sigue en pie tras veinte siglos de continuos combates contra la rápida corriente del caudaloso Tajo y los sacrílegos atentados del hombre. Pero ¿qué queda de aquella imagen que en mi retina se grabó al ver concluido el Puente en el año 106 de vuestra era?, ¿cuántas mutilaciones he tenido que ver durante estos siglos?.
En mi memoria aún están grabadas tres fechas que llevaron a impedir su paso a través del puente, y que no fueron producidas por las fuerzas de la naturaleza de este gran río sino la mano del hombre que en su poder de dominación entre los pueblos, no tuvo contemplaciones al cortar algunos de sus seis arcos en el año:
- 1213, cuando el Rey de Castilla, Fernando II tomó Alcántara a los musulmanes en la época de la Reconquista, se cortó el primer arco más cercano al Templo.
- 1648, durante la Guerra de la Restauración entre los reinos de Portugal y España, fue el segundo arco e la margen derecha el mutilado.
- 1809, durante la Guerra de la Independencia, cuando las tropas inglesas y portuguesas intentaron impedir el paso de las francesas, rompiendo el mismo arco.
La visión que actualmente podéis contemplar se la debéis al gran arquitecto D. Alejandro Millán que durante el reinando Isabel II, y concretamente entre los años 1858-60 restauró no solo el arco destruido en 1809 sino también reparó algunos de los pilares y el arco de triunfo, que ya amenazaban ruina, evitando así que no se cumpliera mi profecía.
Loados sean también aquellos ingenieros, con D. Fernandez Casado al frente, que durante la construcción de la presa del embalse aguas arriba y en el momento que el curso del río Tajo quedó cortado, vieron la gran cavidad que existía en la base del tercer pilar, aquel que siempre está bañado por el río y que desde su construcción no había vuelto a quedar visible. Quien sabe, sino se hubiese procedido al arreglo de la base, cuantos años hubiese aguantado el puente con todo su peso, con la base de su pila central totalmente hueca.
El puente, vía de comunicación ejecutada sin una población importante en las inmediaciones, fomentó que al cabo de los siglos se asentara en el cerro de la margen izquierda del río, los primeros habitantes de la actual Villa de Alcántara.
Primero, fueron los pueblos germánicos, aquellos que heredaron nuestro glorioso Imperio Romano y fueron llamados aquí, Visigodos. Y aquellos que llegaron a esta tierra lograron cobijo en mi obra y la llamaron Ovila, que parece ser que en su lengua significaba Puente.
Fue durante la época musulmana, cuando aquella población pasó a llamarse Kantara As-Saif: el Puente de la Espada. ¡¡Cuanto se ha dicho del significado de ese nombre¡¡, que poco de cierto y mucho de erróneo, pero permitirme que, Yo Creador y Custodio de mi obra me reserve mantener oculto el enigma de la Espada.
Y llegada la cristiandad a esta tierra, reyes y caballeros de la Orden Militar de Alcántara consideraron que el conjunto formado por el puente, las murallas y el castillo en la cima del cerro, debía convertir a Alcántara en una fortaleza inexpugnable dado que el único acceso al pueblo desde el Reino de Portugal se debía hacer a través del puente.
¡¡ Qué ignorancia la del hombre¡¡, demostrando su cobardía ante tan faraónica obra al no ver cumplidos sus objetivos en la batalla, dañaron algunos de sus arcos.
Caminante en estas tierras y que aún no has tenido la oportunidad de contemplarlo, he aquí algunos de los testimonios de aquellos que maravillados ante mi obra, reflejaron sus impresiones en estos XX siglos del Puente de Alcántara:
- El-Idrisi, geógrafo musulmán: "Kantaraf-as-Saif, es una de las maravillas del mundo. Es un castillo, una fortaleza construida sobre un puente, donde la población se encuentra al abrigo de todo peligro ya que sólo puede ser atacada por el lado de la puerta".
- Ambrosio Morales, en su "Descripción de las Ciudades de España": "Al despedirme el Tajo de Estremadura para entrar en el reino de Portugal pasa aquel río por debajo del puente de Alcántara, edificio tan soberbio y suntuoso, que los que han visto los de Roma, y todos los insignes de Europa, no hallan otra fábrica tan maravillosa".
- Alonso Morgado, cronista extremeño asegura "que es el más notable edificio que agora en el mundo, el mayor edificio que nos queda en España de toda la antigüedad y más soberbio y memorable del mundo".
- Pero fue más poético y generoso el gesto del Rey Don Alfonso V de Portugal, levantando el cerco de la villa de Alcántara al enterarse de que los españoles iban a cortar el puente, diciendo al jefe de los sitiados "que no lo quebrasen, que él rodearía, porque edificio tal no se gastase, pues no quería el reino de Castilla con aquel edificio menos".
- Antonio Ponz en su obra "Viage por España" señala: "Tiene mil razones qualquier hombre de buen gusto, que arriba á la villa de Alcántara, para estar impaciente hasta satisfacer su curiosidad en ir á ver una de las obras mas portentosas, y mas útiles en su línea, que se han hecho en quantos siglos han pasado desde que se construyó hasta ahora, qual es la que nos dexó la grandeza de los Romanos en el soberbio puente de Alcántara. De mí sé decir, que no bien me había apeado en la posada, quando me encaminé á verlo; y sin embargo de quanto sabia de él, me sorprehendió el contemplar tan admirable, y magnífica obra".
- El historiador Yepes en su "Crónica de San Benito" describe: "Está la villa de Alcántara junto al Tajo y al gran puente que le da el nombre y es uno de los más soberbios edificios del mundo, y por serlo tanto, los moros dieron al pueblo del nombre de Alcántara, que en su lengua quiere decir el puente. Por las medidas que tiene el Puente se entiende que sea el más bravo edificio que ninguno de los de Roma, y quien lo a visto, se espanta de ello".
- D. Fernandez Casado escribió: "Es el edificio más duradero creado por la mano del hombre, resistiendo en plena forma el paso del tiempo y los agentes destructores. Pasan los viandantes bajo su Arco Triunfal y las avenidas se peinan en las hileras de sus pilares, y el puente sigue siendo puente de paso sobre el río y puente de enlace entre generaciones sucesivas. Que nadie construya puentes en España, sin haber pasado por Alcántara".
Viajero, tu que caminas sobre mi obra, siente mi espíritu y el de todos que allí dejaron su vida, acaricia en nuestro nombre esta mole granítica, para que mis plegarias y sacrificios a los Dioses ante el Ara del Templo, sean escuchadas y cumplidas:
Que los hijos de vuestros hijos, sigan viendo discurrir las aguas del Tajo bajo los arcos del Puente
Ya que este fue construido para seguir en pie hasta el Día del Fin del Mundo.
In Memoriam Eugenio Durán.
Mi querido Abuelo, sigo acariciando la Cruz, que de pequeño me enseñaste, a pie del Arco de Triunfo.
Juan Carlos Alvarez Durán
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