Extracto del Texto:

El Puente Romano de Alcántara en seco

Por D. Carlos Callejo

Separata del Archivo Español de Arqueología vol. 43 - 1970.
Núms. 121-122, p.p. 213-217.

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                       Descripción de las fotos:






       Como todo el mundo sabe, el famosísimo Puente de Alcántara, llamado ya por los árabes, por antonomasia, El Puente (Al Qantarat), se encuentra en la provincia de Cáceres, aproximadamente a medio kilómetro a vuelo de pájaro de la población moderna que lleva el mismo nombre, y salva el río Tajo, sirviendo todavía de paso a una carretera que va desde Cáceres a la frontera portuguesa.

       Este puente fue construido en la época de Trajano y constituye una de las más grandiosas obras de ingeniería romana que se conservan en el mundo; ha sido descrito numerosísimas veces y ha arrancado las más hiperbólicas frases de admiración de cuantos viajeros lo han visto, ocupando considerable espacio en todos los tratados de Historia o Arqueología de dicha época, no existiendo ningún texto sobre estas materias actualmente que no contenga una o varias fotografías de este colosal monumento.

       Me remito a cualquiera de estos tratados y singularmente al de J. R. Mélida. Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres, I, 118 ss, Madrid, 1924. También habla largamente del puente el CIL, II, pág 89 ss, donde viene una descripción detallada de esta insigne fábrica.

       Digamos sólo, para que el lector se forme una idea del puente que sus dimensiones son 194 metros de largo por 8 metros de ancho en la parte superior, de los cuáles corresponden 6,70 metros al ándito o calzada y 1,30 metros a los dos pretiles; su altura total según Mélida, son 57 metros desde el fondo del río hasta el piso de la calzada. En el puente hay una inscripción que data la terminación de la obra en el 106 de Jesucristo, consagrándola al emperador Trajano,y en el templete que se levanta frente a la entrada, en la parte sur, otra inscripción nos explica que el autor es el arquitecto Cayo Julio Lacer.

       De las grandes realizaciones hidráulicas que en los últimos veinte años se han dado en la provincia de Cáceres, embalsando los ríos Tajo, Tiétar, Alagón y Arrago, la última y más importante es el pantano de Alcántara, gigantesco lago artificial que embalsa el río Tajo aproximadamente en un centenar de kilómetros de su curso, con un volumen de agua de 3.300 millones de metros cúbicos. La presa que soporta este embalse está construida 600 metros aguas arriba del puente romano. Esta presa, de enormes dimensiones, ha tardado en ser construida seis años y no doy más datos ni detalles sobre este asunto porque, lógicamente, su interés se sale del campo de la Arqueología, dentro del cuál redactamos estas líneas.

       En el mes de septiembre de 1969, concluidas las obras de la presa en su parte técnica imprescindible, se inició la operación de embalsamiento, para la cual hubo que taponar los túneles que daban paso al caudal del río desde que se empezó el trabajo. Quedó pues, el lecho del Tajo completamente en seco desde la presa, hasta varios kilómetros cauce abajo, prácticamente hasta la desembocadura del río Salor, único que en esta zona podía llevar algo de agua en el estiaje. El puente romano quedó, pues sin río, posiblemente por primera vez en su historia. El hecho constituía una curiosidad irreflenable para cuantas personas estuvieran interesadas en la arqueología romana.

       Con objeto de tomar algunas notas y fotografías nos trasladamos a dicho punto y estas concisas notas reveladoras, sin embargo, de secretos quizá poco importantes pero que han permanecido diecinueve siglos en el incógnito, son las que ofrecemos aquí a nuestros lectores.

       El débito del río Tajo en esta zona es, como casi todos los de la vertiente atlántica en la península, muy variable. En ciertas épocas de algunos años ofrece un voluminoso caudal que en este punto sube a gran altura; de ahí la desmesurada que dio a su puente el arquitecto Lacer. En épocas de fuerte estiajes, por el contrario, el caudal no es grande, pero siendo el lecho del Tajo bastante encañonado siempre la corriente es fuerte y en la parte del puente puede tener 7 u 8 metros de sondaje.

       El puente romano de Alcántara consta de seis arcos de desigual anchura, los cuales se apoyan en cinco gruesos pilares que descansan a su vez, a distintas alturas, sobre el terreno de rocas de pizarra. Los dos arcos centrales son los más grandes y sobre el pilar que queda entre los dos, tercero a contar desde el principio del puente según se viene de Cáceres, se alza un templete con un arco commemorativo. Los arcos primero y quinto se apoyan ya en malecones construidos sobre la roca al nivel de la carretera.

       Los pilares primero, segundo y quinto pueden verse perfectamente en su arranque siempre, o por lo menos en lo que respecta al segundo, en la mayoría de las ocasiones, por lo que nada nuevo se podría agregar a lo conocido sobre ellos. Los dos pilares que han quedado en seco son el tercero y el cuarto y su forma de cimentación era hasta ahora desconocida. En algunos veranos excepcionalmente secos, incluso este cuarto pilar queda con la base rasando la corriente. El tercero está siempre sumergido. Sobre estos dos pilares pues, ha versado nuestra indagación y versa nuestra información gráfica.

       Se ha podido comprobar que en la construcción de estos dos pilares no hubo probablemente necesidad de resolver difíciles problemas de ingeniería. No descansan sobre basamento artificial alguno, sino que se apoyan sobre la misma roca pizarrosa, previamente aplanada. Con toda probabilidad el constructor debio aprovechar un momento de agudo estiaje, practicando una enérgica draga del fondo arenoso que hay frente los dos pilares. De esta forma se encauzaría el caudal del río, quedando al descubierto las masas rocosas sobre las que los pilares se iban a construir. La inspección ocular del terreno explica y las fotografías corroboran este sistema de sustentación de los dos soportes esenciales del puente.

       Como toda la obra, estos últimos están revestidos de grandes sillares de granito almohadillado. Los pilares tienen forma pentagonal, figura que resulta de la yuxtaposición de un rectángulo que tiene 11,5 metros de longitud (dimensión paralela al curso del río) por 8,4 metros de latitud a un triángulo isósceles cuya base tiene esta última dimensión dicha de 8,4 metros y sus lados miden 7 metros. Estos triángulos isósceles se encuentran al costado de oriente, sirviendo de tajamar a la corriente del río. La longitud que media entre las superficies inferiores de ambos pilares es de 28,4 metros; el pilar cuarto mide 20 cm. menos de anchura que el tercero, o sea que sólo tiene 8,2 metros de latitud.

       Como hemos dicho, una vez puesta al descubierto la masa rocosa sobre la que se iban a construir los pilares principales se procedió a aplanar estas rocas y encima se fueron colocando en primer lugar, naturalmente, el enorme relleno de hormigón necesario y luego las hiladas graníticas de revestimiento, las cuáles, como es usual en la construcción romana, están colocadas sin trabazón alguna. La altura de los sillares varía entre 45 y 50 cm. y están todos más o menos almohadillados. La vigésima hilada en el pilar tercero y la decimosexta en el pilar cuarto, forman una imposta saliente que resalta el paramento de 60 a 70 cms.

       Algunos de los sillares de esta inposta aparecen recompuestos o sustituidos por bloques de hormigón con refuerzo de hierro. Como se sabe, los verdaderos pilares del puente son más estrechos y la fábrica a que me vengo refiriendo la constituyen los robustos basamentos sobre los que se apoyan aquellos. Desde la imposta a que he aludido más arriba hasta el arranque de los pilares verdaderos se cuentan 29 hilares de sillares graníticos.

       Junto a la base de estos pilares en el lecho del río, se acumulaban numerosos restos de fábrica procedentes de las varias destrucciones que ha sufrido el puente, entre ellos muchos de los primitivos sillares romanos, que cayeron de las zonas altas. El 10 de octubre, una vez acopiada en el embalse la cantidad de agua prevista por los técnicos, volvió a darse suelta a una parte del caudal del Tajo, recuperando el puente, pues, su aspecto ordinario y desapareciendo bajo el agua otra vez los basamentos que hemos descrito.

       Quede aquí constancia de este episodio, único en la vida del más famoso de los puentes romanos y algunas muestras gráficas de los pormenores de la construcción y del aspecto que ofreció en el momento inicial de ésta, del cuál difícilmente haya podido mostrarse a los humanos en el curso de la historia.