Preparando la defensa
En tomando la marcha el enemigo de Alburquerque para esta plaza, se repartió la gente en los puestos defensivos de esta forma:
El Capitán don José Ferrán guarnece el Castillo con su compañía. El señor Maestre de Campo, don Pedro Fonseca, guarnece la Puerta de San Francisco con cincuenta hombres de su Tercio, y un Capitán también de dicho Tercio guarnece la media luna de las Monjas con otros cincuenta hombres, y otro Capitán con su Sargento Mayor parea estas guardias. Tiene el señor don Pedro Fonseca noventa hombres efectivos de su Tercio y se le han de dar ciento sesenta hombres de paisano, vecinos de esta villa. Con toda esta gente han de estar de guardia de día y de noche. La gente de este último Tercio trabajó en defensa de dicho Fuerte de San Martín y su continuación hasta la puerta de San Francisco.
Y habiendo llegado el enemigo sobre la Plaza y puesta su batería en el Baluarte de la Cruz, se reconoció que quería atacar por aquella puerta que era la Puerta de Santiago donde acudió el señor Maestre de Campo don Fabricio Rosi, que había de desempeñar importante papel en la defensa, y fueron del parecer de reforzar dicho puesto con los ciento sesenta hombres de la villa que habían de acudir al puesto del Señor Maestre de Campo don Pedro Fonseca.
El Señor Maestre de Campo don Juan de la Carrera guarnecía con su Tercio, que consta de 600 hombres, la Puerta de Juan Durán.
En el Baluarte de la Magdalena se ponen las guardias defensivas de esta forma: en el Campo de las Monjas, dentro de la primera muralla, cincuenta hombres con un Capitán y en el mismo puesto ha de estar la Compañía de Caballos de don Pedro de Gamboa que se ocupará también del Torreón de San Pedro con quince hombres y un Capitán. En este Torreón iban también de guardia los Clérigos de esta Plaza con sus escopetas, con lo cual quedaba bastante bien guarnecido. También se guarnece el Baluarte de la Magdalena con ciento cincuenta hombres que están en dicha guardia de día y de noche.
Este Tercio puso en defensa el Baluarte de la Magdalena, que se hallaba sin ningún terraplén ni parapeto y abierto con una brecha de quince pasos, trabajando de día y de noche, siempre con la asistencia de su Maestre de Campo y Sargento Mayor, hasta que se puso en defensa y después se aplicó la gente en traer arena, hacer las composturas dentro de las casas del puesto de don Fabricio Rosi y siempre con sus capitanes a la brecha.
El Tercio del Señor Maestre de Campo don Fabricio Rosi tiene cincuenta hombres guarneciendo la Puerta de Santiago. A su tercio le ayudan las Compañías de don Baltasar de Medinaceli, de don Bartolomé de Cuellar, de don Martín de Vargas y de don Alfonso Chumacera que harán por todos ciento cincuenta hombres con los que de su Tercio, con los cuales guarnecen la Puerta y con centinelas siempre vigilantes. Este Tercio con esta gente allegada hicieron una empalizada y cortadora en la Puerta de Santiago, para cubrir toda aquella zona defensiva, con un terraplén por donde el enemigo no tendría acceso, trabajando de día y de noche, acudiendo el dicho Maestre de Campo con sus Capitanes y Sargento Mayor más los Capitanes nombrados en la villa y los vecinos, siempre en la brecha y con todo su valor mientras duró el sitio. En la Barbacana donde el enemigo había puesto una Batería, acudió un Capitán del Tercio de don Juan de la Carrera con el Alférez Gabriel del Hoyo, al que se sumaron más de cincuenta vecinos de la villa.
El Señor Gobernador de la Plaza, don Juan de Avila, acudía a todos los trabajos con sus vecinos, Alcalde Mayor y con los Sacerdotes y frailes, todos con sus armas, así como las mujeres y los muchachos y todo con mucho valor y disposición, asistiendo como valerosos soldados a todo lo necesario, sin faltar ni de día ni de noche a todos los puestos y trabajos, con tal bravura y disposición que asombran al Gobernador.
Llegada del enemigo y primeras escaramuzas
El día 13 de junio de 1664 vino el enemigo a esta Plaza por el camino de San Vicente y llegó a las once de la mañana, con Batallones de Caballería y Mangas de Infantería, a una distancia de 800 pasos del recinto puso la Infantería en terreno quebradizo, en callejones y olivares. Al mismo tiempo que el enemigo tomaba posiciones, mandó el Señor Gobernador de la villa que salieran algunas cuadrillas de vecinos con escopetas por ser gente más conocedora del terreno acompañados de algunos soldados y reconociendo al enemigo, empezaron a pelear con ellos, mataron alrededor de setenta contados al enemigo y se retiraron al interior de la Plaza Fuerte.
Dicho día, 13 de junio, a la una de la tarde, fue la Compañía de Caballos de don Pedro de Gamboa atacando al enemigo, que iba con sus generales reconociendo la Plaza por su recinto amurallado y fue de tal suerte el empeño que hizo, que fue sobre ellos hasta que les obligó a retirarse y quedaron en esta función dos soldados heridos y un caballo y del enemigo, dos heridos, y este encuentro fue cerca de la ermita de San Ginés.
El Ejercito enemigo toma posiciones atacantes
La noche siguiente, a la hora del alba, observaron los defensores el siguiente hecho: avance del enemigo hasta sesenta pasos de la muralla, ocupando los molinos y las tenerías y sintieron aquella noche fuertes cargas.
El día 14, a las tres de la madrugada, descubrieron una Batería enemiga en el olivar del Baluarte de la Cruz con dos importantes piezas, batiendo todo aquel recinto que estaría dominado y enfilado por el enemigo en todos sus tramos. Dio su parecer sobre lo que convenía hacer el Señor don Fabricio Rosi al Gobernador de la Plaza. Se demolieron parte de las casas a cuerpo, levantando un terraplén defensivo con los vecinos de la villa y de dicho Tercio, acudiendo a la dicha obra y cortaduras el dicho señor Maestre de Campo don Fabricio Rosi y su Sargento Mayor con los Capitanes de dicho Tercio y las compañías siguientes: la de don Baltasar de Medinilla, don Bartolomé de Cuellar, don Alonso Chumacera y don Martín de Vargas, sus Alféreces y Sargentos, con lo que a las nueve de la mañana vino el enemigo con una Compañía de Infantería de quinientos hombres hacia el Camino del Puente, para socorrer las mangas que tenía en los molinos, por lo que no pudieron conseguir su intento porque fueron rechazados por la gente que guarnecía la defensa, rechazándolos con pérdidas de muchos muertos del enemigo y esto duró media hora y los de la villa volvieron a su trabajo. En esta ocasión quedaron muertos dos soldados y un alférez del Capitán Robertino, del Tercio de don Fabricio Rosi.
Ataques constantes del enemigo y valerosa defensa de los sitiados.
El mismo día, a las diez de la mañana, dio un avance el enemigo con mil hombres de Infantería y Caballería al puesto del Señor Maestre de Campo don Pedro Fonseca y ocuparon el Convento de San Francisco y se fortificaron en él, llegando las mangas del enemigo hasta el Baluarte de la Cruz y unas peñas que estaban en frente del fuerte de San Marcos, que venía siendo guarnecido por la gente del señor don Pedro Fonseca con su Sargento Mayor y los Capitanes vecinos de la villa, que el mismo día pasaron por orden del Señor Gobernador y parecer de los señores Maestres de Campo al puesto de don Fabricio Rosi donde el enemigo sostenía fuertes ataques, por ser aquellos gentes de gran valor.
El Convento de San Francisco no estaba guarnecido de ninguna gente de la Plaza por la cortedad de la guarnición de la misma. En este avance quedaron muertos y heridos muchos de los enemigos.
El mismo día, casi a la una del mediodía, volvió a atacar el enemigo el puesto de don Fabricio Rosi, vital para la defensa , en un avance hasta la Puerta de Santiago con cuatrocientos franceses y algunos portugueses que habían preparado un puesto de mando en los Tapados de la Orden y en los molinos, y allí se fortificaron.
La noche siguiente, a la una, el enemigo avanzó al puesto del Señor Fabricio Rosi con ingleses y franceses y con escalas y machetes, arrimados a las murallas para intentar su ascensión, pero fueron tantos los fuegos y las piedras que los de la villa les echaron que les hicieron huir, les quemaron todos los machetes y escaleras que habían puesto y hubo muchos muertos y heridos del enemigo y de allí a media hora volvió el enemigo a insistir en sus intentos de escalar la muralla pero fueron nuevamente rechazados con pérdida de mucha de su gente. Ahora ocuparon una huerta distante unos cincuenta pasos del recinto, así como otros puestos debajo de unas peñas en el Camino del Puente y no se retiraron, habiendo llegado ya la luz del día y quedaron muertos de los nuestros un soldado y dos heridos. Murieron siete Capitanes enemigos y vino el mismo Coronel con su machete arrimado a la muralla y quedó muerto él y mas de trescientos hombres. Pone el enemigo otra batería más de dos piezas para batir la dicha brecha y Puerta de Santiago, no cesando en su intento y apoyándose en su superioridad numérica.
El mismo día se juntaron los señores Maestres de Campo y Gobernador Militar de la Plaza y llamaron al Alférez Pedro Chibarria que había entrado la noche del día 14 y lo enviaron a dar cuenta al Gobernador y tuvo orden suya de volver a observar al enemigo pero no pudo hacerlo por la proximidad del mismo al recinto amurallado.
En la misma noche atacaron el puesto del Señor Maestre de Campo don Pedro Fonseca que era la Puerta de San Francisco y la Puerta de San Marcos. El enemigo hizo una salida fuera del Convento de San Francisco y con la Infantería avanzaron hacia unas peñas que le servían de defensa, cerca del Fuerte de San Martín y los sitiados también salieron en su busca y les rechazaron hasta obligarles a entrar de nuevo en el Convento que habían convertido en Cuartel General de sus tropas, haciéndole fuertes cargas que duraron más de dos horas y quitaron heridos de dicho Tercio defensivo un Sargento y un soldado.
El día 16 a las dos de la tarde el señor don Pedro Fonseca hizo una salida del recinto amurallado con treinta hombres dirigiéndose al Convento de San Francisco obligando al enemigo a salir de algunos puestos de los que ocupaba, en la cual función quedó muerto un soldado a caballo.
El mismo día 16 de junio de 1664, a las siete de la tarde, el enemigo quiso parlamentar con los sitiados en el puesto de don Fabricio Rosi y la respuesta fue que fueran al Gobernador con el recado, que él les daría la respuesta.
El enemigo, más poderoso y con mayores efectivos, no consigue aún sus objetivos, pero empieza a dominar la situación.
A las once de la noche siguiente, el enemigo continuó avanzando hasta el puesto del señor don Fabricio Rosi, su objetivo principal, intentando meterse debajo de la muralla los minadores enemigos para intentar volarla, no pudiendo conseguir su intento pero si pudieron hacer una trinchera. En la Puerta de Santiago no lo intentó, pues allí nada hubieran conseguido al estar la muralla muy firme. Recibieron tantas descargas de los sitiados que los minadores tuvieron que retirarse sin conseguir su objetivo.
El día 18 de junio de 1664, al romper el alba, se descubrió otra batería, próxima a la Fuente de los Cantos, quedándola de costado a la barbacana del Castillo y se mataron aquél día tres soldados.
Dicho día a las seis de la mañana, volvió a avanzar el enemigo al puesto del Señor Fabricio Rosi con diversos despliegues de tropas para ver si podía ocupar las posiciones estratégicas que la noche anterior había perdido pero fueron tantos los fuegos de los valientes defensores de la Plaza que los rechazaron, les quemaron sus banderas matando a uno de sus alféreces, no pudiendo lograr su finalidad en la cual función quedaron muchos muertos y heridos del enemigo y de los nuestros quedaron un Sargento y un soldado y heridos también algunos vecinos.
Acabada la función anterior, acudieron dos mangas del señor don Pedro Fonseca y cuatro del señor don Juan de la Carrera con sus capitanes, al puesto del Señor Maestre de Campo don Fabricio, atacando al enemigo con gran insistencia.
En el dicho día a la noche, no hizo el enemigo otro trabajo mayor que perfeccionar lo que había hecho la noche antecedente en el puesto de don Fabricio y pusieron otra batería más de dos piezas y otras dos más en el monte de San Ginés para batir la puerta de Santiago, con lo cual, poco a poco, iban cercando de baterías todo el recinto, preparándose para un ataque final y definitivo si llegaba la ocasión, pero fueron tantas las municiones y fuegos que hicieron los defensores del puesto de don Fabricio Rosi que el enemigo no pudieron avanzar ni hacer más trabajo de lo que había empezado. No obstante, la situación comenzaba a ser agobiante para los valientes defensores, rodeado ya el recinto de baterías enemigas y piensan los sitiadores que ha llegado el momento de negociar la rendición.
Propuesta de Rendición
El mismo día 18, el enemigo insiste en parlamentar con los sitiados y se dirige al puesto clave de la defensa, el de don Fabricio Rosi y le envía a decir que mirasen bien lo que hacían con su tenaz defensa, que les faltaban balas y que se había hecho ya una brecha en la muralla por la que se podría invadir la Plaza. A esto, don Fabricio respondió que tenía muchas más balas y que los que habían de decidir ya estaba decidido y que el hueco abierto en la muralla no era brecha imposible de defender.
El día 19, al romper el albara, colocó sus baterías en orden de combate el enemigo y comenzó a batir el recinto y a hacer más brechas en la muralla con las baterías puestas de costado en el puesto de don Fabricio Rosi.
A las once del día, el enemigo, conocedor de su superioridad numérica y armamental, colocadas baterías rodeando el recinto, hizo una nueva propuesta de rendición al mismo puesto y envió un recado por el Sargento Mayor de Batalla de parte del Conde de Schomberg, para decirles que si el Gobernador quería entregar la Plaza que se harían los pactos que convinieran en razón de la guerra y que ya se había hecho una brecha tan grande en la muralla que permitiría un fácil asalto, pero que no aguardaran el asalto porque podía correr mucha sangre.
La respuesta que dieron los sitiados fue que dieran una hora y media de tiempo para que se consultara con los señores Maestres del Campo y Regidores de la villa y duró la tregua media hora y habienda reconocido que el enemigo no había hecho brecha en la muralla lo suficientemente grande para dar el asalto, se tardo tiempo en dar la respuesta y el Conde de Schomberg, viendo que tardaban en dar la respuesta envió a decir que harto tiempo habían tenido para hacer la consulta y no aguardar al último extremo, y que no remitiendo luego la respuesta, romperían la tregua.
La brecha abierta en la muralla se agranda y la situación se hace insostenible
La noche del día 19,vinieron de parecer los situados y consultaron entre ellos haciendo salir un soldado de a caballo llamado Caván y tuvieron tan buena dicha que con cincuenta hombres del Tercio de don Juan de la Carrera, rompieron la guardia del enemigo y salió dicho soldado y volvió a entrar de paisano al tiempo de las posibles capitulaciones y llevó la respuesta mediante una carta a las once del día 20 de junio. El mismo día, casi a las cuatro de la tarde, habiendo visto el señor Fabricio Rosi que el enemigo había hecho brecha suficiente para dar el asalto y que no daba lugar a que se pudiese remediar la dicha brecha, estando dos baterías de frente y otras tres de costado que la ofendían y la brecha muy abierta y haciendo el enemigo mucho daño, vino de parecer el señor Fabricio Fosi y llamó al Capitán Bersano, Ingeniero y le dijo las razonas que abajo irán escritas: "Ya está hecha la brecha y puede tener peligro y no habiendo dado respuesta a la llamada hecha el mismo día por el Conde de Schomberg, podríamos aguardar hasta el día 20 por la mañana en que el Gobernador diera su vista bueno a los pactos de rendición y que la guarnición defensiva había de salir o con los cañones en la mano disparando o verdaderamente prisioneros o con una mala retirada por las calles hasta refugiarse en el Castillo pero peleando siempre hasta la muerte, porque todos los vecinos habían huido de la brecha abierta por el enemigo en la muralla, la cual ya no defendían y con peligro evidente de ser degollados los vecinos y soldados por no estar organizada la retirada y ausentados de la defensa de la brecha".
El Señor Gobernador es del mismo parecer que lo expuesto anteriormente y se reúne con los señores Maestres del Campo don Pedro Fonseca y don Juan de la Carrera y don Fabricio Rosi y les dijo las razones que había apuntado don Fabricio e hicieron reparo estos señores y llegaron al acuerdo de que aún no era tiempo para rendirse, aunque hubiese una gran cortadura en la muralla y que podría ser que al día siguiente llegasen socorros para ellos los sitiados y que aguardasen hasta la mañana para dar la respuesta.
Los vecinos de la villa alcantarina y los Regidores de las misma suplicaron a los señores anteriores que por Dios que mirasen por tantas almas, pues que habían perdidos sus haciendas y peleado por su Rey, que mirasen por la vida de ellos y sus mujeres e hijos y que habían enviado un documento al señor Gobernador firmado por todos el Cabildo y Curas para su descargo, con lo que todos fueron de parecer de responder a la llamada del Conde de Schomberg y darle respuesta a lo que había enviado a decir.
Asalto o rendición.
El enemigo hizo otra llamada a las siete después de vísperas y vino el recado de parte del Señor Marqués de Marialba con el Sargento Mayor de Batalla Diego Gómez de Figueroa que se había hecho la consulta y que mirase bien el Gobernador, pues ya estaba prevenido todo el ejercito sitiador para dar el asalto general a la noche siguiente y que si quería entregar la plaza, le haría votos sobre los mejores pactos que podían hacer como se acostumbra en las guerras y que enviasen los rehenes que ajustarían las capitulaciones que pretendían y se acuerda enviar al señor Capitán don Bartolomé de Cuellar y al señor Capitán don Fernando de Contreras como rehenes para las capitulaciones viniendo al mismo tiempo otros dos rehenes del enemigo.
Capitulaciones que concedió el Señor Marqués de Marialaba al Señor Don Juan de Avila y Mejias, Gobernador de la Plaza de Alcántara.
- "Primeramente, que ha de salir de la Plaza un Oficial con cuatro días de término sin que se le ponga impedimento alguno en nuestro ejército, para que vaya y venga con la respuesta y ha de ir con este Oficial otra persona a quién también se dará seguridad y ésta es el licenciado don Francisco Gonzalez Marta, Prebístero, que ha de traer aviso de cómo el Oficial quedó entregado o al Gobernador de Alburquerque o al Teniente General don Diego Correa.
- Y si en cuatro días que se contarán desde la entrega de los rehenes vineren con ejército a socorrer esta Plaza, será relamtnete desalojando este nuestro y queda sin obligación el dicho señor Gobernador de la entrega de dicha Plaza. La entrega ha de ser inviolable en cuenta nuestro ejército no fuere roto y no podrá serlo en el caso de que los ejércitos peleasen dentro del término de los cuatro días, mientras que la guarnición de la Plaza no podrá hacer otra cosa que guardarla y en concluyendo estos cuatro días que ponen término en el martes veinticuatro del corriente mes de junio a la hora séptima después de vísperas del nacimiento del Señor Juan Bautista, se entregarán las puertas y Castillo de la dicha Plaza, para que se le ponga guarnición de nuestro ejército.
- Que han de salir el Señor Gobernador con todos sus oficiales y soldados de guarnición con seguranza de vidas y libertades, con armas y bagajes y la Caballería montada en sus caballos que no se les quitarán ni a Oficial ni a particular y de todo se da seguranza.
- Que ha de sacar el señor Gobernador una pieza de artillería, la que escogiere, que se le darán mulas que la lleven hasta Alburquerque.
- Que la marcha que ha de tomar y hacer la guarnición de esta Plaza será a la de Alburquerque, por el camino más breve y derecho sin dilación alguna y para esto se le dará seguranza y convoy de Caballería portuguesa.
- Que ha de salir de la guarnición con sus banderas tocando tambores y trompetas, con sus armas y cuerdas recogidas y los soldados municionados.
- Que así los soldados como los vecinos podrán llevar sus armas sin que se las quiten o se ponga duda alguna.
- Que las haciendas de los soldados y de los paisanos de la sobredicha Plaza de cualquier género que sean, han de ser libres de saco y a los paisanos se les conceden dos meses de término para que puedan disponer de sus bienes y con sus dineros sigan el camino a la parte que quisieren.
- A los frailes y monjas que se hallaren en la dicha Plaza se les permiten que se puedan quedar o salir de ella y hacer todo lo que fuera de su voluntad.
- Que se ha de dar bagaje y carruajes necesarios para los enfermos y heridos y ropa para el señor Gobernador y sus Oficiales y paisanos.
- Y también se les concede que con la guarnición puedan salir dos personas cubiertas y las cuales de ningún modo serán reconocidas y se las aseguramos hasta Alburquerque.
- El señor Gobernador hará entrega a los Oficiales de hacienda de todos los mantenimientos y municiones que hubiere en la Plaza pertenecientes a la guarnición y todas estas Capitulaciones haremos cumplir inviolablemente. Campaña de Valencia de Alcántara, a 20 de junio de 1664".
Intentos desesperados de Resistencia
En el tiempo en que se hizo la tregua, el Señor Gobernador y del Alcalde Mayor fueron por las casas, iglesias y Castillo sacando a todos los vecinos que se habían retirado y mujeres y frailes con colchones y fueron a tapar la brecha abierta en la muralla al puesto del señor don Fabricio Rosi y se trabajó toda la noche remendando y doblando la dicha brecha como se habían hecho dos veces por el día al calor de los cañonazos y costó esta función a la mañana un Capitán muerto del Tercio del señor don Juan de la Carrera, llamdo Solano, y un soldado muerto y algunos heridos.
El señor Marques de Marialba no hizo o no reparó en las Capitulaciones, solo que no quería conceder los cuatro días de tiempo para la llegada de un posible socorro, que por dos lo había concedido y no más, habiendo el señor don Pedro Fonseca y el señor don Juan de la Carrera interrogado a los rehenes del enemigo aquella noche sobre si el día 18 se hallaba a la vista nuestra Caballería y los dichos rehenes dijeron que eran sólo unos batallones de caballería del señor don Diego Correa, y a la mañana siguiente tardaron en volver a mandar a los rehenes, y no queriendo aguardar más el señor Fabricio Rosi le respondió que no enviaría los rehenes sino que tocaría los tambores, rompiendo la tregua, la cual duró desde el 18 a las siete de la tarde hasta el día 19 a las ocho de la mañana, en el cual tiempo siempre se obró en el trabajo del señor Fabricio Rosi y se puso más firme la brecha.
Ultimas escaramuzas
La misma noche del 19 vino el Capitán Bersano al puesto del señor Fabricio Rosi con artificios de fuego y le acompañó su ayudante Juan Reyanos y empezaron a echar fuego con las cargas de municiones de lo cual resultó huir el enemigo dejando todo lo que había recuperado. Esta función duró más de dos horas, con pérdidas de mucha gente del enemigo hallándose la guarnición de aquella brecha abierta en la muralla defendida por el Maestre de campo don Fabricio Rosi y su Sargento Mayor Juan Batalla y los Capitanes de dicho Tercio con los capitanes de la villa y vecinos de ella y la Caballería desmontada con su Capitán siempre en la defensa de la brecha a cuerpo descubierto, con grandísima fiesta al verlos huir del fuego.
Y viendo el enemigo que el fuego se iba apagando, vino y se acercó con el armamento que tenía ya días antes prevenido para el asalto con 3.000 infantes entre ingleses y franceses con algunos portugueses y vinieron los ingleses con escalas y machetes, con banderas desplegadas, con granadas, colocándose encima de la brecha, pensando hallar la entrada tan fácil como la hallaron en el Fuerte de San Antonio y sólo los sitiados tiraron cuatro granadas a la brecha, quedando muertos gran cantidad de enemigos, quemadas sus banderas y una quedó en manos del Capitán Barsano.
En el mismo momento fue nombrado un mozo de la villa soldado del Capitán don Bartolomé de Cuellar, por nombre Francisco García para ir con granadas, más quince hombres con sus escopetas y salieron fuera de la brecha y del recinto amurallado llegando hasta los molinos y desalojaron al enemigo, y fue la desgracia que sucedió que se le reventó al dicho soldado, que iba inapercibido de su función, una granada en la mano que le llevó la derecha, con que fue necesario retirarse.
Estos asaltos que dio el enemigo fueron de tal suerte que quedó muerto el Sargento Mayor don Juan Batalla Meliseno, del Tercio de don Fabricio Rosi y un Capitán del Tercio de don Juan de la Carrera llamado don Manuel Ramirez de Avila y su ayudante y el Capitán Bersano con un pie torcido, al saltar por la brecha y un entretenido del Tercio de don Pedro Fonseca, herido, llamado don Luis de Padilla Gaetano y viendo el pobre caballero del señor Maestre de Campo don Fabricio Rosi que había perdido su Sargento Mayor y un Capitán de don Juan de la Carrera y su ayudante y otros caballeros que le quedaron heridos y el Capitan Bersano cojo, ni por esto perdió el ánimo y puso mayor fervor aún en cuanto al refuerzo y defensa de la brecha, peliando con increíble valor. No faltó por su parte que embistiese el enemigo con sus picas y dieron al señor Fabricio Rosi tres heridas: la una en la parte izquierda de la garganta, la otra, en las manos y la otra en el costado izquierdo con que fue necesario retirarse después de haber rechazado al enemigo, función que fue a la una de la noche, habiendo empezado a las once.
Hizo llamar a los Maestres de Campo don Pedro Fonseca y don Juan de la Carrera y al Gobernador, ocn que en un instante llegaron y acudieron siempre encima de la brecha a hacer reparos y reforzar los puestos con mucha bizarría y valor donde era necesario con los capitanes que se hallaban allí, aunque el Maestre de Campo don Fabricio Rosi, después que se retiró herido, no acometió más al enemigo.
La defensa fue heroica pero la redición es inminente
En la dicha noches del 19 salió un soldado de don Pedro de Gamboa llamado Cava donde lo envió aquél y trajo la respuesta de esta forma: "Tres cartas he recibido de don Amadeo de Avila con ésta y estoy satisfecho de lo bien que se ha defendido la Plaza y con igual sentimiento de no poderla socorrer de presente y ahí lo que hay que hacer es conservar a la gente y procurar las Capitulaciones más ventajosas que fueren posible y reconocer la fuerza del enemigo y sus designios. Badajoz, a 20 de junio de 1664". La suerte está echada. No hay refuerzos.
El día 20 a las doce del día el enemigo hizo llamadas para retirar a los muertos, hallándose en aquella ocasión presentes los Maestres de Campo don Pedro Fonseca y don Juan de la Carrera con el Gobernador y vino el Sargento Mayor de Batalla don Diego Gómez de Figueroa hablando con los dichos Maestres de Campo y le dieron el recado de gente del Señor Marqués de Marialba que si el señor Gobernador quería entregar la Plaza que le concederían cuanto estipulaban las Capitulaciones que habían presentado el día antes.
El ajustamiento duró siempre pleiteando el señor don Pedro Fonseca y el señor Gobernador sobre no querer rendirse hasta que fueran las siete de la tarde, que se ajustara y saliera la persona que había de dar penosa cuenta a los superiores de las Capitulaciones, la cual fue el Capitán Ambrosio Bersano y fue a Badajoz. Mandó llamar su Alteza don Juan José de Austria a todos los del Consejo y habiendo consultado con ellos presente el dicho Capitán Bersano, respondió su alteza con la casta siguiente: "Ambrosio Bersano me ha referido la forma de las Capitulaciones que ha hecho, dadas por el enemigo. A mí no se me ofrece más que creer que habéis hecho todo cuanto habéis podido, pero nuestro estado estaba tan miserable en materia de Infantería que no permite ofrecer nada, aunque se ordena a don Diego Correa que procure hacer lo que pudiere. Encargo a don Juan de la Correa que ponga todo el cuidado en la conservación de la gente, que no se queden ninguno y que persuada a los paisanos que el servicio podrán hacerlo en poco tiempo, que con el favor de Dios todo se arreglará, que es cuanto por ahora se me ofrece decir, lamentándome de las heridas de don Fabricio Rosi y a los demás Maestres de Campo dará mi reconocimiento" Bajadoz, a 20 de junio de 1664. Firmada de mano de S.A don Juan José de Austria, que dirigía la conquista de Portugal desde la capital pacense, donde había establecido su cuartel general.
Entrega de la Plaza y Castillo de Alcántara
El día 24 de junio, a las siete de la tarde, vísperas del nacimiento del Señor San Juan Bautista, se entregaron las llaves de las Puertas y Castillo de dicha Plaza y entró la guarnición portuguesa y su Gobernador don Manuel Enríquez.
En saliendo la guarnición de la Plaza el día 25 a las once del día, se puso el ejército del enemigo en orden de batalla con su Infantería y Caballería, haciendo dos alas y pasó dicha guarnición de la Plaza por el medio de sus batallones y en el ínterin que pasó el señor Maestre de Campo don Pedro Fonseca y don Juan de la Carrera, el señor Marqués de Marialba, les llamó y les dijo las presentes palabras, dirigiéndose a ellos: "Los señores no tendrán la ocasión de escribir la historia de la defensa de la Plaza; más bien sí tendremos que escribirla nosotros".
En el ínterin que pasó el señor Maestre de Campo don Fabricio Rosi, herido, se arrimó a él el Marques de Marialba, le saludó y le dijo: "Siento en el alma las heridas de Vuecencia y envidio sus glorias. Tenga por cierto que este ejército será el historiador de sus hazañas".
Conclusiones
Hasta aquí el documento manuscrito de la defensa de la Plaza de Alcántara, cuyo original se conserva en la Biblioteca Nacional. Tras el estudio del mismo, podemos obtener las siguientes conclusiones:
La cerca alcantarina se hallaba, en 1664, en mal estado de conservación, con brechas en algunas de sus partes y principalmente, en el Baluarte de la Cruz, brecha que el enemigo atacó constantemente hasta agrandarla y permitir por ella el asalto definitivo a la villa, si hubiera sido necesario. Fue este hecho, sin lugar a dudas, la causa fundamental que llevó a los defensores a aceptar la rendición propuesta, pues en otro caso, aunque más pronto o más tarde la rendición hubiera llegado, el sitio, sin embargo, se hubiera prolongado durante más tiempo, dada la tenaz resistencia de los sitiados.
La desproporción de fuerzas entre sitiados y sitiadores es muy significativa a favor de los últimos, pues mientras aquellos, entre oficiales, soldados y Maestres de Campo apenas si llegan a los 1.350 más otros doscientos entre clérigos y vecinos, los atacantes casi triplican a los atacados y están perfectamente preparados y experimentados en otros asaltos ya que cuando se disponen a conquistar Alcántara, acaban de apoderarse de Alburquerque, también plaza fuerte con importante castillo defensivo.
La desproporción es igualmente significativa en cuanto a armamento. El enemigo rodea todo el recinto amurallado de baterías estratégicamente situadas y dispuestas a batir toda la cerca en caso necesario. Si el ataque se hubiera efectuado en este sentido, los defensores no habrían podido rechazar a los asaltantes y habrían perecido la inmensa mayoría. Los sitiados, por el contrario, tienen como únicos proyectiles, las piedras que arrojan a los sitiadores cuando estos se acercan a las murallas o intentan escalarla, más algunas escopetas y escasa munición.
Lo más destacado de la defensa es, sin lugar a dudas, el enorme valor de la guarnición de la Plaza y la tenaz resistencia al enemigo, pues sabedores de que la brecha abierta en la muralla acabaría por obligarles a rendirse, rechazan una y otra vez al enemigo cuando intenta penetrar por la apertura, incluso intentan taparla con colchones. No aceptan hasta el último momento la rendición que el enemigo les propone, rehusada repetidas veces y sólo al saber con certeza que no recibirán los ansiados refuerzos, es cuando, agotadas las treguas ofrecidas por los asaltantes, viendo la imposibilidad de la defensa y al enemigo presto al asalto con todos sus desproporcionados efectivos, deciden, por fin, rendir la Plaza, tras reunirse los Maestres de Campo con el Gobernador y los vecinos de la villa, evitando así la muerte innecesaria de muchos de los defensores y vecinos.